Todo era silencio en la sala donde dormía Sor Catalina en el noviciado de la Rue du Bac, en París; cerca de las 11:30 pm oyó que por tres veces la llamaban por su nombre. Se despertó y vio entonces un niño vestido de blanco, que parecía tener como cuatro o cinco años, que le dijo: "Levántate pronto y ven a la capilla; la Santísima Virgen te espera".
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Vestida Sor Catalina, el niño, que era un ángel, comenzó a andar, y ella lo siguió marchando a "su lado izquierdo". Por donde quiera que pasaban las luces se encendían. El cuerpo del niño irradiaba vivos resplandores y a su paso todo quedaba iluminado.
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Al llegar a la puerta de la capilla la encontró cerrada; pero el niño tocó la puerta con su dedito y aquella se abrió al instante. Dice Catalina: "Mi sorpresa fue más completa cuando, al entrar a la capilla, vi encendidas todas las velas y los cirios, lo que me recordaba la Misa de media noche". El niño le dijo: "Ved aquí a la Virgen, vedla aquí"
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Sor Catalina oyó como un rumor, como el roce de un traje de seda. Vio que una señora de extremada belleza, atravesaba majestuosamente el presbiterio, "fue a sentarse en un sillón sobre las gradas del altar mayor, al lado del Evangelio".
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Entonces, mirando a la Virgen, se puso en un instante a su lado, se arrodilló en el presbiterio, con las manos apoyadas en las rodillas de la Santísima Virgen. "Allí pasé los momentos más dulces de mi vida; me sería imposible decir lo que sentí".
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En otra aparición del 27 de Nov de 1830, Sor Catalina vió a la Virgen Santísima vestida de blanco; sus pies posados sobre un globo blanco, del que únicamente se veía la parte superior, aplastaban una serpiente. Sus manos elevadas a la altura del corazón sostenían otro globo pequeño de oro, coronado por una crucecita.
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De pronto el globo dorado se desvaneció y los dedos de la Virgen se llenaron de anillos adornados con piedras preciosas que brillaban y derramaban su luz. Tenía tres anillos en cada dedo. De las piedras preciosas de los anillos salían rayos, que se alargaban hacia abajo.
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Mientras Sor Catalina contemplaba a la Virgen, ella la miró y dijo a su corazón: Este globo que ves a mis pies representa al mundo entero, especialmente Francia y a cada alma en particular. Estos rayos simbolizan las gracias que yo derramo sobre los que las piden. Las perlas que no emiten rayos son las gracias que yo quiero entregarle al mundo y nadie me las pide...
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En este momento se apareció una forma ovalada en torno a la Virgen y en el borde interior apareció escrito: "¡Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti!". Y oyó de nuevo la voz en su interior: "Haz que se acuñe una medalla según este modelo. Todos cuantos la lleven puesta recibirán grandes gracias. Las gracias serán más abundantes para los que la lleven con confianza".
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La aparición, entonces, dio vuelta y quedo formado en el mismo lugar el reverso de la medalla. En él aparecía una M, símbolo de María, sobre la cual había una Cruz, y debajo los corazones de Jesús y de María, de los cuales el primero estaba circundado de una corona de espinas, y el segundo traspasado por una espada. En torno había doce estrellas, como símbolo de la Iglesia.
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Santa Catalina termina su relato con una exclamación: "¡Oh, qué hermoso será escuchar decir María es la Reina del Universo! Los niños gritarán ¡María es la Reina de cada persona en particular!''.
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La Medalla se llamaba originalmente: "de la Inmaculada Concepción", pero al expandirse la devoción y haber tantos milagros concedidos a través de ella, se le llamó popularmente "La Medalla Milagrosa".
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