En María reconocemos la "sonrisa de Dios", el reflejo inmaculado de la luz divina; en Ella encontramos la nueva esperanza, incluso en medio de los problemas y los dramas del mundo. A la Madre se le ofrecen las alegrías, pero también las preocupaciones, convencidos de encontrar en ella el consuelo para no abatirse y salir adelante.
¡Enséñanos María a ser solidarios con los que atraviesan dificultades, a colmar las desigualdades sociales, cada vez más grandes! Tu belleza nos asegura que es posible la victoria del amor; todavía más: es cierta. Nos garantiza que la gracia es más fuerte que el pecado y por lo tanto es posible el rescate de cualquier esclavitud. ¡Oh María!, tu nos ayudas a creer con más confianza en el bien, a apostar por la gratuidad, por el servicio, por la no violencia, por la fuerza de la verdad. Nos alientas a permanecer despiertos, a no ceder a la tentación de evasiones fáciles, a hacer frente a la realidad con valor y responsabilidad.
Sé una madre amorosa para nuestros jóvenes, para que tengan el valor de ser centinelas del mañana y otorga esta virtud a todos los cristianos, para que sean alma del mundo en esta época no fácil de la historia."
(SS. Benedicto XVI)
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