En este contexto, quisiera citar algunas frases de una carta del mártir vietnamita Pablo Le-Bao-Thin en las que resalta esta transformación del sufrimiento mediante la fuerza de la esperanza que proviene de la fe. “Dios está siempre conmigo y me libra de las tribulaciones y las convierte en dulzura, porque es eterna su misericordia. En medio de estos tormentos, por la gracia de Dios estoy lleno de gozo y alegría, porque no estoy solo, sino que Cristo está conmigo. (…) Muestra, Señor, tu poder, sálvame y dame tu apoyo, para que la fuerza se manifieste en mi debilidad y sea glorificada ante los gentiles. (…) Tenéis que dar gracias incesantes a Dios, de quien procede todo bien; bendecid conmigo al Señor, porque es eterna su misericordia. (…) En medio de esta tempestad echo el ancla hasta el trono de Dios, esperanza viva de mi corazón...”
Cristo ha descendido al «infierno» y así está cerca de quien ha sido arrojado allí, transformando por medio de Él las tinieblas en luz. El sufrimiento y los tormentos son terribles y casi insoportables. Sin embargo, ha surgido la estrella de la esperanza, el ancla del corazón llega hasta el trono de Dios. No se desata el mal en el hombre, sino que vence la luz: el sufrimiento –sin dejar de ser sufrimiento– se convierte a pesar de todo en canto de alabanza.”
(Carta Encíclica "Spe Salvi", Papa Benedicto XVI)
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