¡Oh Dios, tales misterios debieran inflamar en amor todos los corazones de los hombres! ¿Qué pecador, por perdido que se crea, podrá desesperar del perdón si se arrepiente del mal hecho, viendo a un Dios tan enamorado de los hombres e inclinado a dispensarles toda suerte de bienes?
Esto inspiraba tanta confianza a San Buenaventura, que prorrumpía en estas palabras: '¿Cómo podrá negarme las gracias necesarias a la salvación Aquel que tanto hizo y sufrió por salvarme?... Iré a Él fundado en toda esperanza, pues no me negará nada quien por mí quiso morir'"
(San Alfonso María de Ligorio, "Práctica del amor a Jesucristo")
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