Nos dirigimos a ella para que siga guiándonos hacia Cristo y el Padre, en la noche tenebrosa del mal y en los momentos de duda, crisis, silencio y sufrimiento. Elevamos a ella el canto preferido de la Iglesia de oriente, el «Hinmo Acatistos» que en 24 estrofas exalta líricamente su figura. En la quinta estrofa dedicada a la visita de Isabel, exclama:
«Alégrate, sarmiento de planta inmarcesible. Alégrate, fruto íntegro. Alégrate tú, que cultivas al cultivador amigo de los hombres. Alégrate, procreadora del Creador de nuestra vida. Alégrate, terreno que germina fecundidad de compasión. Alégrate, mesa que ofrece copiosamente misericordia. Alégrate porque haces florecer un prado de delicias. Alégrate porque preparas un puerto a las almas. Alégrate, incienso de súplicas. Alégrate, perdón del mundo entero. Alégrate, benevolencia de Dios hacia los mortales. Alégrate, atrevida palabra de los mortales dirigida a Dios. Alégrate, ¡Virgen Esposa!»."
(Juan Pablo II)
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