Así como la respiración aporta la prueba de que nuestro cuerpo posee todavía su energía viviente, así tu santísimo nombre incansablemente pronunciado por la boca de tus servidores, en todo tiempo y lugar y de toda manera, es más que la prueba, es la causa de la vida, de la alegría, del socorro para nosotros.
Protégenos bajo las alas de tu bondad. Sé nuestro socorro por tus intervenciones. Concédenos la vida eterna, tú que eres la esperanza incomparable de los cristianos.
Yo lo sé, tú tienes en tu calidad de Madre del Altísimo un poder igual a tu querer. Por eso mi confianza en ti no tiene límites.
No hay nadie, oh Santísima, que se haya salvado, si no es por ti.
Nadie, oh Inmaculada, se ha librado del mal, si no es por ti.
Nadie, oh Purísima, recibe los dones divinos si no es por ti.
A nadie, oh Soberana, la bondad divina concede sus gracias, si no es por ti."
(San Germán)
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