(...) Que nada te haga vacilar. Míralo a Él. Te espera lleno de amor infinito... ¡Oh, si supieras las ternuras que encierra su adorable Corazón! Es Dios, y se acerca a sus nadas criminales, a esas criaturas que un tiempo atrás sólo sabían ofenderlo, y que todavía sólo le corresponden ingratamente. ¿Cómo no amarlo hasta el delirio, cómo no despreciarlo todo ante el espectáculo de sus encantos y bellezas infinitas? El reúne todas las bellezas de las criaturas, tanto las físicas como las intelectuales y las bellezas del corazón elevadas a un grado infinito. ¿Qué se puede buscar que no esté en Jesús?
Por ahora procura conocer a Jesús. Anda siempre en su presencia. Míralo constantemente, pues nuestra Sta. Madre dice que es imposible que, en esa mirada, el alma toda no se inflame en amor. Pídele después de comulgar ese amor. Amándolo, sabrás vencerte y sacrificarte. Ten siempre como modelo a la Sma. Virgen y pídele te asemeje, pues Ella siempre permaneció en silencio unida a su Dios, y se consumió en el amor y en el sacrificio por sus hijos pecadores. Su vida se resume en dos palabras: sufrió y amó. Pero no te atemorice la cruz... Jesús está en ella. El la aligera de manera que todo el peso lo carga sobre sus hombros.”
(Santa Teresita de los Andes, Carta 130)
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