Pero Cristo no fue mujer y, sin embargo, es modelo para ellas. El modelo más asequible es María. Podemos copiar del original o de la copia... Copiemos de María... La copia más perfecta de Cristo, y toda humana, porque en Cristo hay la naturaleza divina, es Dios. María es totalmente hermana nuestra y madre nuestra.
El amor a Dios. Es por la gracia que se ama, y por la observancia de los mandamientos y consejos que se acrecienta. En María, la gracia: plena desde el instante de la Concepción. La observancia: jamás una falta venial; jamás un separarse en nada de la voluntad de Dios. “¡He aquí la esclava del Señor!” (Lc 1,38).
Nacida para observar con amor la voluntad del Padre de los cielos, se inmola en la realización de esa voluntad y, por amor al Padre de los cielos, abraza a todos los hombres como a sus hijos con el máximo sacrificio. Nada de quietismo: desde que recibe la noticia de la Encarnación, emprende el largo viaje de la visitación para servir, servir en oficios reales, difíciles, pronta, alegre, cortésmente; en Caná la hallamos sugiriendo a Jesús el primer milagro; por amor al Padre y a los hombres nos da a su Hijo cuando acepta ser Madre, y cuando luego Jesús quiere salir al mundo a predicar su doctrina. Acepta ser Madre de la gran familia y fue la consoladora.
Amor a José, su casto esposo: Amor dócil, humilde, obediente, sin exigencias estúpidas... Lo acepta no por pasión sino para que se realicen los planes de Dios; a los ojos de Dios... Amor que con ella llevó el sello de la pureza total; que en el matrimonio cristiano ha de ser puro, dentro de los fines que persigue.
[Amor] de donación a su marido: de Nazareth a Belén, de Belén a Egipto; en Nazareth la esposa solícita y hacendosa, que hacía de su casa un rincón de cielo, que acompaña a José hasta su último instante y muere en sus brazos.
Y el alma de su vida: Dios es su Hijo. In Iesu amore confluit, lo que da unidad y estabilidad a su vida... El Hijo de Dios es su Hijo. De su carne tomó carne; de su ser, alimento; ella veló su sueño... Y su amor consistía en copiarlo, en asemejarse más y más a Él, y en ser cada día más como Él... Vivía en la contemplación de Dios.
Amor no sensiblero (que lo sacrifica). Amor que le da fuerza para estar firme al pie de la Cruz (cf. Jn 19,25). Y su muerte de amor a Cristo.
Así debe ser nuestro amor, alimentado de Cristo: con la lectura, la comunión, la oración.
A Jesús por María, lema del Congreso por el que hay que trabajar con toda el alma. Vivir de los amores de María. Vivir de un amor que se inmola. Un mandamiento nuevo os doy: que améis (cf. Jn 13,34)."
(San Alberto Hurtado)
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