Cuando tengamos una juventud que viva plenamente su cristianismo, entonces podremos reformar la sociedad. Por eso no me canso de insistir: el primer elemento de nuestra nueva juventud, de esa juventud que está apareciendo como una alborada en nuestra Patria, es persuadirse bien que su primera misión, su primer oficio, antes que estudiante, empleado, obrero, es ser cristiano; obrero cristiano, estudiante cristiano, actuar en forma tal que viéndolo a él todos comprendan la belleza de su vida. Porque Cristo, si volviese a la tierra, no actuaría en otra línea que la suya, con la única diferencia que sus virtudes estarían en el plano de lo infinito.
Que la alegría cristiana, la lealtad, la virilidad, la fuerza... todo eso que significa la palabra Cristo, se refleje en nuestras vidas.
Que nos alimentemos de la Eucaristía, que es Cristo, Cristo viviendo entre nosotros.
Y que en el día perseveremos fieles a la unión divina, lo que se traducirá en obrar como Cristo, mirar las alegrías y los fracasos con los ojos de Cristo, sólo pensando qué haría Cristo en nuestro lugar... ¿Qué haría? ¡Cómo caen por tierra los vicios, lo que nunca Cristo haría!
Con una juventud, aunque sea al principio poco numerosa, no hay temor: sobrepasaremos pronto nuestro estadio de prueba... seremos muchos. Nuestra conquista está asegurada. La verdad atrae, la verdad es irresistible, y el bien enamora los corazones bien puestos; lo que ha faltado en el mundo, hasta ahora, ha sido el signo de Cristo en los corazones cristianos; lo que lo ha de salvar, en el futuro, ha de ser el signo de Cristo bien impreso en los corazones de la juventud.
Los jóvenes se consagrarán con plenitud al apostolado, que no será tomado como una manera de gastar actividades, como un puro dinamismo humano, sino como el desborde del amor de Cristo que lo mueve a incorporar nuevos miembros al Cuerpo místico.
Unidos a Cristo por la meditación de su vida, por la Eucaristía; unidos a los representantes de Cristo que son el Papa, nuestros Obispos y sus delegados, unidos férreamente, indisolublemente, sin que ningún mal entendido pueda disminuir esta unión, construiremos la ciudad nueva, la ciudad cristiana... Ciudad nueva en que cada hombre tiene una misión, misión divina que cumplir, ya sea sacerdocio, matrimonio, trabajo manual; en que cada uno trabaja con la perfección del que hace una obra divina que tiene proyección eterna. Una ciudad cuyo Arquitecto es Cristo, a gloria del Padre en el Espíritu Santo."
(San Alberto Hurtado)
2 comentarios:
Me encantó tu blog, el señor nos ayude a difundor su verdad a traves de todos los medios posibles, lo único que no acomodó es no saber nada de tí, tan anónimo el perfil. Si prefieres el anonimato bien pero en general nos gusta saber quien es el autor. El Señor te bendiga y te de fuerza para seguir con esta tarea
El autor aqui no importa mucho, siendo que nada de lo que se publica lo escribimos nosotros, sino que son todas las cosas del Papa y de Santos. Muchas gracias por el comentario, si quieres saber de nosotros puedes escribir a ajesusxmaria@gmail.com.
Dios te bendiga
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