De dos maneras puede un escultor sacar al natural una estatua o retrato: primera, con fuerza y saber y buenos instrumentos puede labrar la figura en materia dura e informe; y segunda, puede vaciarla en un molde. Largo, difícil, expuesto a muchos tropiezos es el primer modo; un golpe mal dado, de cincel o de martillo, basta, a veces, para echarlo a perder todo. Pronto, fácil y suave es el segundo, casi sin trabajo y sin gastos, con tal que el molde sea perfecto y que represente al natural la figura; con tal que la materia de que nos servimos sea manejable y de ningún modo resista a la mano."
(extracto de "El Secreto de María", de San Luis María G. de Montfort)
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