lunes, 30 de junio de 2008

Su reinar es servir

"María se ha autodefinido «esclava del Señor». Por su obediencia a la Palabra de Dios Ella ha acogido su vocación privilegiada, nada fácil, de esposa y de madre en la familia de Nazaret. Poniéndose al servicio de Dios, ha estado también al servicio de los hombres: un servicio de amor. Precisamente este servicio le ha permitido realizar en su vida la experiencia de un misterioso, pero auténtico « reinar ». No es por casualidad que se la invoca como «Reina del cielo y de la tierra». Con este título la invoca toda la comunidad de los creyentes, la invocan como «Reina» muchos pueblos y naciones. ¡Su «reinar» es servir! ¡Su servir es «reinar»!
(Carta de Juan Pablo II a las mujeres)

domingo, 29 de junio de 2008

Yo ¿para qué nací?

Yo ¿para qué nací? Para salvarme.
Que tengo de morir es infalible.
Dejar de ver a Dios y condenarme,
Triste cosa será, pero posible.
¿Posible? ¿Y río, y duermo y quiero holgarme?
¿Posible? ¿Y tengo amor a lo visible?
¿Qué hago?, ¿en qué me ocupo?, ¿en qué me encanto?
¡Loco debo de ser, pues no soy santo!

(Lope de Vega)

sábado, 28 de junio de 2008

Omnipotencia suplicante

Se dice que María es la Omnipotencia suplicante porque, si bien no tiene poder que le venga de sí misma, no hay nada que no pueda obtener de Dios. Jesús jamás desatiende sus súplicas, y Ella jamás deja de atender a quien a Ella acude.

En una oportunidad, durante un exorcismo, el mismo Satanás confesó a Santo Domingo que si todos los santos, mártires, vírgenes, doctores y ángeles juntando sus méritos pidieran por un pecador a Dios, no obtendrían su conversión, pero un sólo suspiro de María bastaba para arrancarle millones de almas.

Por eso San Luis María atina a decir: “...al poder de la Virgen todo está sujeto, incluso Dios.” Esto no porque María sea superior a Dios, sino porque no hay nada que Dios quiera negarle a su humildísima Madre.

"Madre mía, quien reza sin contar contigo es como quien pretende volar sin alas..."

miércoles, 25 de junio de 2008

Revestirse de Cristo

"La efusión del Espíritu en el Bautismo une al creyente como el sarmiento a la vid, que es Cristo, lo hace miembro de su Cuerpo místico. A esta unidad inicial, sin embargo, ha de corresponder un camino de adhesión creciente a Él, que oriente cada vez más el comportamiento del discípulo según la 'lógica' de Cristo: «Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo». Hace falta revestirse de Cristo.

En el recorrido espiritual del Rosario, basado en la contemplación incesante del rostro de Cristo –en compañía de María– este exigente ideal de configuración con Él se consigue a través de una asiduidad que pudiéramos decir 'amistosa'. Ésta nos introduce de modo natural en la vida de Cristo y nos hace como 'respirar' sus sentimientos.

«Como dos amigos, frecuentándose, suelen parecerse también en las costumbres, así nosotros, conversando familiarmente con Jesús y la Virgen, al meditar los Misterios del Rosario, podemos llegar a ser, en la medida de nuestra pequeñez, parecidos a ellos, y aprender de estos eminentes ejemplos el vivir humilde, pobre, escondido, paciente y perfecto»."


(Carta Apostólica "Rosarium Virginis Mariae", Juan Pablo II)

martes, 24 de junio de 2008

Natividad de Juan el Bautista

Juan era la voz, pero Cristo es la Palabra que en el principio ya existía. Juan era una voz provisional; Cristo, desde el principio, es la Palabra eterna.
Quita la palabra, ¿y qué es la voz? Si no hay concepto, no ha más que un ruido vacío. La voz sin la palabra llega al oído, pero no edifica el corazón.
Cuando pienso lo que voy a decir, ya está la palabra presente en mi corazón; pero, si quiero hablarte, busco el modo de hacer llegar a tu corazón lo que está ya en el mío.

Al intentar que llegue hasta ti, echo mano de la voz y, mediante ella, te hablo; luego el sonido desaparece, pero la palabra que el sonido condujo hasta ti está ya dentro de tu corazón, sin haber abandonado el mío.

Cuando la palabra ha pasado a ti, ¿no te parece que es el mismo sonido el que está diciendo: Ella tiene que crecer y yo tengo que menguar? El sonido de la voz se dejó sentir para cumplir su tarea y desapareció, como si dijera: Esta alegría mía está colmada. Retengamos la palabra, no perdamos la palabra concebida en la médula del alma.

Y precisamente porque resulta difícil distinguir la palabra de la voz, tomaron a Juan por el Mesías. La voz fue confundida con la palabra: pero la voz se reconoció a sí misma, para no ofender a la palabra. Dijo: No soy el Mesías, ni Elías, ni el Profeta.
Y cuando le preguntaron: ¿Quién eres?, respondió: Yo soy la voz que grita en el desierto: «Allanad el camino del Señor.» La voz que grita en el desierto, la voz que rompe el silencio. Preparad el camino del Señor, como si dijera: «Yo resueno para introducir la palabra en el corazón; pero ésta no se dignará venir a donde yo trato de introducirla, si no le allanáis el camino.»

¿Qué quiere decir: Allanad el camino, sino: «Suplicad debidamente»? ¿Qué significa: Allanad el camino, sino: «Pensad con humildad»? Aprended del mismo Juan un ejemplo de humildad. Comprendió dónde tenía su salvación; comprendió que no era más que una antorcha, y temió que el viento de la soberbia la pudiese apagar.”

(San Agustín)

domingo, 22 de junio de 2008

Tratar a María

"¡Cuánto crecerían en nosotros las virtudes sobrenaturales, si lográsemos tratar de verdad a María, que es Madre Nuestra!
No basta saber que Ella es Madre, considerarla de este modo, hablar así de Ella. Es tu Madre y tú eres su hijo; te quiere como si fueras el hijo único suyo en este mundo. Trátala en consecuencia: cuéntale todo lo que te pasa, hónrala, quiérela.

Te aseguro que, si emprendes este camino, encontrarás enseguida todo el amor de Cristo: y te verás metido en esa vida inefable de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Sacarás fuerzas para cumplir acabadamente la Voluntad de Dios, te llenarás de deseos de servir a todos los hombres. Serás lleno de obras de caridad y de justicia, alegre y fuerte, comprensivo con los demás y exigente contigo mismo.

Ese, y no otro, es el temple de nuestra fe. Acudamos a Santa María, que Ella nos acompañará con un andar firme y constante."

(San Josemaría Escrivá de Balaguer, "Amigos de Dios")

jueves, 19 de junio de 2008

Maestra de Caridad

"Recordad aquella escena de la presentación de Jesús en el templo. El anciano Simeón aseguró a María, su Madre: mira, este niño está destinado para ruina y para resurrección de muchos en Israel y para ser el blanco de la contradicción; lo que será para ti misma una espada que traspasará tu alma, a fin de que sean descubiertos los pensamientos ocultos en los corazones de muchos. La inmensa caridad de María por la humanidad hace que se cumpla, también en Ella, la afirmación de Cristo: nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

Con razón los Romanos Pontífices han llamado a María Corredentora: de tal modo, juntamente con su Hijo paciente y muriente, padeció y casi murió; y de tal modo, por la salvación de los hombres, abdicó de los derechos maternos sobre su Hijo, y le inmoló, en cuanto de Ella dependía, para aplacar la justicia de Dios, que puede con razón decirse que Ella redimió al género humano juntamente con Cristo. Así entendemos mejor aquel momento de la Pasión de Nuestro Señor, que nunca nos cansaremos de meditar: stabat autem iuxta crucem Iesu mater eius, estaba junto a la cruz de Jesús su Madre."


(San Josemaría Escrivá de Balaguer, "Amigos de Dios")

martes, 17 de junio de 2008

Visión de Eternidad

“«Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10,10)
Vengo llegando del país más grande del mundo. Allí están los edificios más altos; los ríos se atraviesan por túneles subterráneos; en las ciudades tres, cuatro y más planos de locomoción... Allí está hoy más del 46% del oro del mundo; progresos técnicos fantásticos… Y como decía alguien: ¿y qué?
¿Y qué impresión de conjunto? Que la materia no basta, que la civilización no llena, que el confort está bien, pero que no reside en él la felicidad. ¡Que da demasiado poco y cobra demasiado caro!, ¡que a precio de esos juguetes se le quita al hombre su verdadera grandeza! (…)¿es esto todo el fin de la vida? ¿Setenta años con todas estas comodidades? El hombre es el rey de la creación ¿sólo por esto? El progreso de la humanidad, ¿será sólo llegar a poseer baño, radio, máquina de lavar, un auto? ¿Es ésta toda la grandeza del hombre? ¿No hay más que esto? ¿Es ésta la vida?
«Así amó Dios al mundo que le dio a su Hijo unigénito» (Jn 3,16). ¡Me amó a mí, también a mí! ¿Quién? ¡Dios! El Dios eterno, Creador de toda la energía, de los astros, de la tierra, del hombre, de las quizás dos mil generaciones de hombres que han pasado por la tierra, y millones que quizás aún han de venir... Ese Dios inmenso ante quien desaparece el hombrecito minúsculo.
Oye, hijo: «Yo». ¿Quién? Yo, Jesús, Hijo de Dios y Dios verdadero. Yo, el Dios eterno, «he venido»: he hecho un viaje... viaje real, larguísimo. De lo infinito a lo finito, viaje tan largo que escandaliza a los sabios, que desconcierta a los filósofos. ¡Lo infinito a lo finito!, ¡lo eterno a lo temporal! ¿Dios a la criatura? Sí, ¡así es! «¡He venido» por ti!
«Para que tengan vida». ¿Vida? Pero, ¿de qué vida se trata? La vida, la verdadera vida, la única que puede justificar un viaje de Dios es la vida divina: «Para que nos llamemos y seamos hijos de Dios» (1Jn 3,1). ¿Creemos en esa vida? Hay católicos que nunca han pensado en esa vida... ¡Los más no se preocupan de ella! Prescinden. Y ésta es la única verdadera vida: Quien la tiene, vive; y quien no la tiene, aunque esté saludable, rico, sabio, con amigos: está muerto.
«¿De qué le aprovecha al hombre ganar el mundo entero, si arruina su alma?» (Mt 16,26). «El que quiera salvar su vida la perderá y el que la perdiere por mí la hallará» (Mc 8,35).
«Y que la tengan en abundancia». Hay una vida pobrísima, que apenas es vida; vida pobre, de infidelidades a la gracia, sordera espiritual, falta de generosidad; y una vida rica, plena, fecunda, generosa. A ésta nos llama Cristo. Es la santidad. Y Cristo quiere cristianos plenamente tales, que no cierren su alma a ninguna invitación de la Gracia, que se dejen poseer por ese torrente invasor, que se dejen tomar por Cristo, penetrar de Él. La vida es vida en la medida que se posee a Cristo, en la medida que se es Cristo. Por el conocimiento, por el amor, por el servicio. ¡Dios quiere hacer de mí un santo! Quiere tener santos estilo siglo XX: estilo Chile, estilo liceo, estilo abogado, pero que reflejen plenamente su vida. ¡Esto es lo más grande que hay en el mundo!
Aquí no nos cabe sino decir como la Samaritana: «Dame, Señor, a beber de esa agua para que no tenga más sed» (Jn 4,15). Danos, Señor, vivir: Vivir plenamente. «Y tan alta vida espero, que muero porque no muero».”


(San Alberto Hurtado, meditación de Semana Santa para jóvenes, escrita en 1946)

domingo, 15 de junio de 2008

Más que Ella, sólo Dios

"La Maternidad divina de María es la raíz de todas las perfecciones y privilegios que la adornan. Por ese título, fue concebida inmaculada y está llena de gracia, es siempre virgen, subió en cuerpo y alma a los cielos, ha sido coronada como Reina de la creación entera, por encima de los ángeles y de los santos. Más que Ella, sólo Dios. La Santísima Virgen, por ser Madre de Dios, posee una dignidad en cierto modo infinita, del bien infinito que es Dios. No hay peligro de exagerar. Nunca profundizaremos bastante en este misterio inefable; nunca podremos agradecer suficientemente a Nuestra Madre esta familiaridad que nos ha dado con la Trinidad Beatísima."
(San Josemaría Escrivá de Balaguer, "Amigos de Dios")

viernes, 13 de junio de 2008

Virtudes de María

“La verdadera devoción es santa, te lleva a evitar el pecado e imitar las virtudes de la Santísima Virgen y, en particular,
su humildad profunda,
su fe viva,
su obediencia pronta,
su oración continua,
su mortificación universal,
su pureza divina,
su caridad ardiente,
su paciencia heroica,
su dulzura angelical
y su sabiduría divina.
Estas son las diez principales virtudes de la Santísima Virgen.”

(San Luis María G. de Montfort)

jueves, 12 de junio de 2008

María conoce como nadie el Corazón de Cristo

"Me gusta volver con la imaginación a los años en los que Jesús permaneció junto a su Madre, que abarcan casi toda su vida en este mundo. Verle pequeño, cuando María lo cuida y lo besa y lo entretiene. Verle crecer, ante los ojos enamorados de su Madre y de José, su padre en la tierra. Con cuánta ternura y con cuánta delicadeza María y el Santo Patriarca se preocuparían de Jesús durante su infancia y, en silencio, aprenderían mucho y constantemente de El. Sus almas se irían haciendo al alma de aquel Hijo, Hombre y Dios. Por eso la Madre —y, después de Ella, José— conoce como nadie los sentimientos del Corazón de Cristo, y los dos son el camino mejor, afirmaría que el único, para llegar al Salvador.

Virgen, Madre de Dios: Aquel a quien los Cielos no pueden contener, se ha encerrado en tu seno para tomar la carne de hombre..."

(San Josemaría)

"Fuerza para buscarte"

"Señor y Dios nuestro,
nuestra única esperanza,
no permitas que dejemos de buscarte por cansancio,
sino que te busquemos siempre
con renovada ilusión.
Tú, que hiciste que te encontráramos
y nos inculcaste ese afán por sumergidos
más y más en ti,
danos fuerza para continuar en ello.
Mira que ante ti están nuestras fuerzas
y nuestra debilidad.
Conserva aquellas, cura ésta.
Mira que ante ti están nuestros conocimientos
y nuestra ignorancia.
Allí donde nos abriste,
acógenos cuando entremos.
Y allí donde nos cerraste
ábrenos cuando llamemos.
Haz que nos acordemos de ti,
que te comprendamos,
que te amemos.
Acrecienta en nosotros estos dones
hasta que nos trasformemos completamente
en nuevas criaturas."

(San Agustín)

miércoles, 11 de junio de 2008

María es tu recurso habitual

“La verdadera devoción a la Santísima Virgen es tierna, llena de confianza como la del niño en su querida madre. Esta devoción hace que recurras a la Santísima Virgen en todas tus necesidades materiales y espirituales con gran sencillez, confianza y ternura e implores la ayuda de tu bondadosa Madre en todo tiempo, lugar y circunstancia:
en las dudas, para que te enclarezca;
en los extravíos, para que te reoriente;
en las tentaciones, para que te sostenga;
en tus caídas, para que te levante;
en las debilidades, para que te fortalezca;
en los desalientos, para que te reanime;
en los escrúpulos, para que te apacigüe;
en las cruces, para que te consuele.

Finalmente, en todas las dificultades materiales y espirituales, María es tu recurso habitual, sin temor de importunar a tu bondadosa Madre ni desagradar a Jesucristo.”
("Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen", de San Luis María Grignion de Montfort)

martes, 10 de junio de 2008

Saber vivir

"Felices los que saben reírse de sí mismos, porque nunca terminarán de divertirse.
Felices los que saben distinguir una montaña de una piedrita, porque evitarán muchos inconvenientes.
Felices los que saben descansar y dormir sin buscar excusas, porque llegarán a ser sabios.
Felices los que saben escuchar y callar, porque aprenderán cosas nuevas.
Felices los que son suficientemente inteligentes para no tomarse en serio, porque serán apreciados por quienes los rodean.
Felices los que están atentos a las necesidades de los demás sin sentirse indispensables, porque serán fuentes de alegría.
Felices ustedes que saben callar, y ojalá cuando se les quita la palabra, se los contradice o cuando les pisan los pies, porque el evangelio comienza a penetrar su corazón.
Felices ustedes cuando sepan mirar seriamente a las cosas pequeñas y tranquilamente a las cosas importantes: llegaran lejos en esta vida.
Felices ustedes cuando sepan apreciar una sonrisa y olvidar un desaire: vuestro camino estará lleno de sol.
Felices los que piensan antes de actuar y rezan antes de pensar: evitaran muchas tonterías.
Felices si son capaces de interpretar siempre con benevolencia las actitudes de los demás aún cuando las apariencias sean contrarias. Pasarán por ingenuos: es el precio de la caridad.
Felices, sobre todo, ustedes, si saben reconocer al Señor en todos los que encuentren, entonces habrán hallado la paz y la verdadera sabiduría."
(Santo Tomás Moro)

Oración del "Fiat"

Santa María, madre mía,
ayúdame a esforzarme
según el máximo de mi capacidad

y al máximo de mis posibilidades
para así responder al Plan de Dios
en todas las circunstancias concretas de mi vida. Que así sea.

lunes, 9 de junio de 2008

Contemplar con María el rostro de Cristo

"Recitar el Rosario es, en realidad, contemplar con María el rostro de Cristo. Es como ir a la 'escuela' de María para leer a Cristo, para penetrar sus secretos, para entender su mensaje.

La contemplación de Cristo tiene en María su modelo insuperable. Nadie se ha dedicado con la asiduidad de María a la contemplación del rostro de Cristo. Los ojos de su corazón se concentran de algún modo en Él ya en la Anunciación, cuando lo concibe por obra del Espíritu Santo; en los meses sucesivos empieza a sentir su presencia y a imaginar sus rasgos. Cuando por fin lo da a luz en Belén, sus ojos se vuelven también tiernamente sobre el rostro del Hijo, cuando lo «envolvió en pañales y le acostó en un pesebre».

Desde entonces su mirada, siempre llena de adoración y asombro, no se apartará jamás de Él. Será a veces una mirada interrogadora, como en el episodio de su extravío en el templo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto?»; será en todo caso una mirada penetrante, capaz de leer en lo íntimo de Jesús, hasta percibir sus sentimientos escondidos y presentir sus decisiones, como en Caná; otras veces será una mirada dolorida, sobre todo bajo la cruz, donde María no se limitará a compartir la pasión y la muerte del Unigénito, sino que acogerá al nuevo hijo en el discípulo predilecto confiado a Ella; en la mañana de Pascua será una mirada radiante por la alegría de la resurrección y, por fin, una mirada ardorosa por la efusión del Espíritu en el día de Pentecostés.
María vive mirando a Cristo y tiene en cuenta cada una de sus palabras: «Guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón». Los recuerdos de Jesús, impresos en su alma, la han acompañado en todo momento, y han sido aquellos recuerdos los que han constituido, en cierto sentido, el Rosario".

(Carta Apostólica "Rosarium Virginis Mariae", Juan Pablo II)

domingo, 8 de junio de 2008

"Tarde te amé..."

"Tarde te amé, Dios mío,
hermosura siempre antigua y siempre nueva, tarde te amé.
Tú estabas dentro de mí y yo afuera
y así por fuera te buscaba y, deforme como era,
me lanzaba sobre estas cosas hermosas que Tú creaste.
Tú estabas conmigo pero yo no estaba contigo.
Me llamaste y clamaste y quebrantaste mi sordera;
brillaste y resplandeciste y curaste mi ceguera;
exhalaste tu perfume y lo aspiré y ahora te anhelo;
gusté de Ti y ahora siento hambre y sed de Ti.
¡Ay de mí, Señor! ¡Ten misericordia de mí!
Yo no te oculto mis llagas.
Tú eres médico y yo estoy enfermo;
Tú eres misericordioso y yo soy miserable.
Toda mi esperanza estriba en tu muy grande misericordia.
Dame lo que me pides y pídeme lo que quieras".

(San Agustín)

sábado, 7 de junio de 2008

María es el paraíso de Dios

"No hay ni habrá jamás criatura en que Dios sea más grande que en la divina María.
María es el paraíso de Dios y su mundo inefable, donde el Hijo de Dios entró para hacer maravillas, para guardarle y tener en él sus complacencias. Un mundo hecho para el hombre peregrino, que es la tierra que habitamos; otro mundo para el hombre bienaventurado, que es el paraíso; mas para sí mismo, Dios ha hecho otro mundo, y lo ha llamado María; mundo desconocido a casi todos los mortales de la tierra, e incomprensible a los ángeles y bienaventurados del cielo, que, admirados de ver a Dios tan elevado y lejano, tan escondido en su mundo que es la divina María, claman sin cesar: Santo, Santo, Santo."
(extracto de "El Secreto de María", de San Luis María G. de Montfort)

viernes, 6 de junio de 2008

El rumbo de la vida

"¿Cuál es tu rumbo? Yo ruego a cada uno de ustedes que le dé la máxima importancia, porque acertar en esto es sencillamente acertar; fallar en esto es simplemente fallar.
Cuántos van sin rumbo y pierden sus vidas... las gastan miserablemente, las dilapidan sin sentido alguno, sin bien para nadie, sin alegría para ellos y al cabo de algún tiempo sienten la tragedia de vivir sin sentido.
El trágico problema de la falta de rumbo, tal vez el más trágico problema de la vida. El que pierde más vidas, el responsable de mayores fracasos.
Si la fe nos da el rumbo y la experiencia nos muestra los obstáculos, tomémoslos en serio. Mantener el timón. Clavar el timón, y como a cada momento, las olas y las corrientes desvían, rectificar, rectificar a cada instante, de día y de noche... ¡No las costas atractivas, sino el rumbo señalado! Pedir a Dios la gracia grande: ser hombres de rumbo.

1º punto: El puerto de partida. El primer hecho macizo de toda filosofía, de todo sistema de vida: Vengo de Dios, sí, de Él. Todo de Él. Nada más cierto, y sobre este hecho voy a edificar mi vida, sobre este primer dato voy a fijar mi rumbo.
Tomar en serio estas verdades: Que sirvan para fundar mi vida, para darme rumbo. Uno es cristiano tanto cuanto saca las consecuencias de las verdades que acepta.

2º punto. El puerto de término. Es el otro punto que fija el rumbo. ¡El término de mi vida es Él!

3º punto. El camino: ¿Por dónde he de enderezar mi barco? Al puerto de término, por un camino que es la voluntad de Dios. La realización en concreto de lo que Dios quiere. Todo el trabajo de la vida sabia consiste en esto: En conocer la voluntad de mi Señor y Padre. ¿qué quieres Señor de mí? Trabajar en realizarla, en servirle en cada momento. Dios nos quiere santos. Ésta es la voluntad de Dios: no mediocres, sino santos.
¿Cuál es el Camino de mi vida? La voluntad de Dios: santificarme, colaborar con Dios, realizar su obra. ¿Habrá algo más grande, más digno, más hermoso, más capaz de entusiasmar? ¡¡Llegar al Puerto!!
Y para llegar al puerto no hay más que este camino que conduzca... El que acierta, acierta; y el que aquí no llega, su vida nada vale; si aquí acierta: feliz por siempre jamás. ¡¡Amén!!

Enfrentar el rumbo. El timón firme en mi mano y cuando arrecien los vientos: Rumbo a Dios; y cuando me llamen de la costa; rumbo a Dios; y cuando me canse, ¡¡rumbo a Dios!!
¿Solo? No. ¡Con todos los tripulantes que Cristo ha querido encargarme de conducir, alimentar y alegrar! ¡Qué grande es mi vida! Qué plena de sentido. Con muchos rumbos al cielo. Darles a los hombres lo más precioso que hay: Dios; y dar a Dios lo que más ama, aquello por lo cual dio su Hijo: los hombres.

Señor, ayúdame a sostener el timón siempre al cielo, y si me voy a soltar, clávame en mi rumbo, por tu Madre Santísima, Estrella de los mares, Dulce Virgen María.”

(San Alberto Hurtado)

jueves, 5 de junio de 2008

"He ahí a tu Madre"


“El largo y silencioso itinerario de la Virgen que se inició con el "Fiat" gozoso de Nazaret y se cubrió de oscuros presagios en la presentación del Primogénito en el templo, encontró en el Calvario su coronamiento salvífico. "La Madre miraba con ojos de piedad las llagas del Hijo, de quien sabía que iba a venir la redención del mundo" (ib., 49). Crucificada con el Hijo crucificado (cf. Gál 2, 20), contemplaba con angustia de Madre y con heroica fe de discípula, la muerte de su Dios; "consintiendo amorosamente en la inmolación de la Víctima que Ella misma había engendrado" (Lumen Gentium, 58) para ese Sacrificio.

Entonces pronunció su último "Fiat", cumpliendo la voluntad del Padre en favor nuestro y acogiéndonos a todos como a hijos, en virtud del testamento de Cristo: "Mujer, he ahí a tu hijo" (Jn 19, 26). "He ahí a tu Madre", dijo; "y el discípulo la acogió en su casa" (Jn 19, 27): el discípulo acogió a la Virgen Madre como su luz, su tesoro, su bien, como el don más querido heredado del Señor. Y la amó tiernamente con corazón de hijo.

Jóvenes: Acoged también vosotros a María en vuestro corazón y en vuestra vida: que sea Ella la idea inspiradora de vuestra fe, la estrella luminosa de vuestro camino pascual, para construir un mundo nuevo en la luz del Resucitado, esperando la Pascua eterna del reino.”

(Juan Pablo II, Jubileo de los Jóvenes, Abril de 1984)

miércoles, 4 de junio de 2008

María, molde viviente de Dios

"Molde viviente de Dios, llama San Agustín a María. En ella sola se formó Dios hombre, al natural, sin que rasgo alguno de divinidad le faltara; y en ella sola también puede formarse el hombre en Dios, al natural, en cuanto es capaz de ello la naturaleza humana, con la gracia de Jesucristo.
De dos maneras puede un escultor sacar al natural una estatua o retrato: primera, con fuerza y saber y buenos instrumentos puede labrar la figura en materia dura e informe; y segunda, puede vaciarla en un molde. Largo, difícil, expuesto a muchos tropiezos es el primer modo; un golpe mal dado, de cincel o de martillo, basta, a veces, para echarlo a perder todo. Pronto, fácil y suave es el segundo, casi sin trabajo y sin gastos, con tal que el molde sea perfecto y que represente al natural la figura; con tal que la materia de que nos servimos sea manejable y de ningún modo resista a la mano."

(extracto de "El Secreto de María", de San Luis María G. de Montfort)

martes, 3 de junio de 2008

Si buscáis a María, encontraréis a Jesús

Si buscáis a María, encontraréis a Jesús. Y aprenderéis a entender un poco lo que hay en ese corazón de Dios que se anonada, que renuncia a manifestar su poder y su majestad, para presentarse en forma de esclavo. Lo único que nos permite comprender de algún modo esa manera de obrar de Dios es ver que nace de una locura de amor, que le lleva a tomar nuestra carne y a cargar con el peso de nuestros pecados.
¿Cómo es posible advertir que Dios nos ama, y no volvernos también nosotros locos de amor? Es necesario dejar que esas verdades de nuestra fe vayan calando en el alma, hasta cambiar toda nuestra vida. ¡Dios nos ama!: el Omnipotente, el Todopoderoso, el que ha hecho cielos y tierra.
Dios se interesa hasta de las pequeñas cosas de sus criaturas: de las vuestras y de las mías, y nos llama uno a uno por nuestro propio nombre. Esa certeza que nos da la fe hace que miremos lo que nos rodea con una luz nueva, y que, permaneciendo todo igual, advirtamos que todo es distinto, porque todo es expresión del amor de Dios.
Nuestra vida se convierte así en una continua oración, en un buen humor y en una paz que nunca se acaban, en un acto de acción de gracias desgranado a través de las horas. Mi alma glorifica al Señor —cantó la Virgen María— y mi espíritu está transportado de gozo en el Dios salvador mío; porque ha puesto los ojos en la bajeza de su esclava...
Nuestra oración puede acompañar e imitar esa oración de María. Como Ella, sentiremos el deseo de proclamar las maravillas de Dios, para que la humanidad entera y los seres todos participen de nuestra felicidad.”

(San Josemaría Escrivá de Balaguer)

lunes, 2 de junio de 2008

Mensajes de Juan Pablo II a los jóvenes

"El cristianismo no es una opinión y no consiste en palabras vanas. ¡El cristianismo es Cristo! ¡Es una Persona, es el Viviente! Encontrar a Jesús, amarlo y hacerlo amar: he aquí la vocación cristiana".

"Queridos jóvenes, sólo Jesús conoce vuestro corazón, vuestros deseos más profundos. Sólo Él, que os ha amado hasta la muerte, (cfr Jn 13,1), es capaz de colmar vuestras aspiraciones. Sus palabras son palabras de vida eterna, palabras que dan sentido a la vida. Nadie fuera de Cristo podrá daros la verdadera felicidad".

"También vosotros, queridos jóvenes, os enfrentáis al sufrimiento, la soledad, los fracasos y las desilusiones en vuestra vida personal. Pero sabed que en los momentos difíciles, no estáis solos: como a Juan al pie de la Cruz, Jesús os entrega a su Madre, para que os conforte con su ternura".


"Vosotros sois la sal de la tierra... Vosotros sois la luz del mundo". (Mt 5, 13-14)

domingo, 1 de junio de 2008

María es tierna y bondadosa

“María es tierna y bondadosa.
En Ella no hay nada austero o terrible, ni excesivamente sublime o deslumbrante. Al verla, vemos nuestra propia naturaleza.
No es el sol que con la viveza de sus rayos podría encandilarnos a causa de nuestra debilidad. Es hermosa y apacible como la luna (Ct 6,10), que recibe la luz del sol para acomodarla a la debilidad de nuestra vista.
María es tan caritativa que no rechaza a ninguno de los que imploran su intercesión, por más pecador que sea, pues – jamás se ha oído decir que alguien haya acudido confiada y perseverantemente a Ella y haya sido rechazado–.
Ella es tan poderosa que sus peticiones jamás han sido desoídas. Le basta presentarse ante su Hijo con alguna súplica, para que El la acepte y reciba y se deje vencer amorosamente por las entrañas, suspiros y súplicas de su Madre queridísima.”


("Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen", San Luis María G. de Montfort)