viernes, 31 de octubre de 2008

"Contigo hablo, levántate"

"El hombre puede construir un mundo sin Dios, pero este mundo acabará por volverse contra el hombre. ¡Contra el hombre!" (Reconciliatio et paenitentia, n. 18).

(...) ¡Sólo Cristo puede dar la verdadera respuesta a todas vuestras dificultades! El verdadero mundo está necesitado de vuestra respuesta personal a las palabras de vida del Maestro: "Contigo hablo, levántate".
¡Cuántas energías hay como escondidas en el alma de un joven o de una joven! ¡Cuántas aspiraciones justas y profundos anhelos que es necesario despertar, sacar a la luz! Energías y valores que muchas veces los comportamientos y presiones que vienen de la secularización asfixian y que sólo pueden despertar en la experiencia de fe, experiencia de Cristo vivo.

¡Jóvenes chilenos: no tengáis miedo de mirarlo a Él! Mirad al Señor: ¿qué veis? ¿Es sólo un hombre sabio? ¡No! ¡Es más que eso! ¿Es un profeta? ¡Sí! ¡Pero es más aún! ¿Es un reformador social? ¡mucho más, mucho más! Mirad al Señor con ojos atentos y descubriréis en Él el rostro mismo de Dios. Jesús es la palabra que Dios tenía que decir al mundo. Es Dios mismo que ha venido a compartir nuestra existencia, cada una de ellas. Al contacto de Jesús despunta la vida. Lejos de El sólo hay oscuridad y muerte. Vosotros tenéis sed de vida. ¿De qué vida? ¡De vida eterna! Buscadla y halladla en quien no sólo da la vida sino en quien es la Vida misma. ¡Él!

Este es, amigos míos, el mensaje de vida que el Papa quiere transmitir a los jóvenes chilenos: ¡buscad a Cristo! ¡mirad a Cristo! ¡vivid en Cristo! Este es mi mensaje: "que Jesús sea la 'piedra angular' de vuestras vidas y de la nueva civilización que en solidaridad generosa y compartida tenéis que construir. No puede haber auténtico crecimiento humano en la paz y en la justicia, en la verdad y en la libertad, si Cristo no se hace presente con su fuerza salvadora".

¿Qué significa construir vuestra vida en Cristo? Significa dejaros comprometer por su amor. Un amor que pide coherencia en el propio comportamiento, que exige acomodar la propia conducta a la doctrina y a los mandamientos de Jesucristo y de su Iglesia; un amor que llena nuestras vidas de una felicidad y de una paz que el mundo no puede dar (cf. Jn. 14, 27), a pesar de que tanto la necesita.

No tengáis miedo a las exigencias del amor de Cristo. Temed, por el contrario, la pusilanimidad, la ligereza, la comodidad, el egoísmo; todo aquello que quiera acallar la voz de Cristo que, dirigiéndose a cada una, a cada uno, repite: 'Contigo hablo, levántate' (Mc. 5, 41)."

(Juan Pablo II, discurso a los jóvenes en Santiago, Chile)

miércoles, 29 de octubre de 2008

Devoción popular a María

"Entre los múltiples signos indicativos de la piedad cristiana, la devoción a la Virgen María ocupa un lugar destacadísimo, el que corresponde a su condición de ser Madre de Dios y Madre nuestra. Como aquella mujer del Evangelio lanzó un grito de admiración y bienaventuranza hacia Jesús y su Madre: “¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron!" (Lc. 1 1, 27), así también vosotros, en vuestro afecto y en vuestra devoción soléis unir siempre a María con Jesús.
Comprendéis que la Virgen nos conduce a su divino Hijo, y que él escucha siempre las súplicas que le dirige su Madre. Esa unión imperecedera de la Virgen María con su Hijo es la señal más confidencial y fidedigna de su misión materna, tal como nos lo demuestran las palabras dirigidas en Caná: "Haced lo que él os diga" (Jn. 2, 5).

¿Véis cómo la devoción a la Virgen María es un rasgo esencial de la fe y de la piedad cristiana? Es pues natural que esta devoción anide en el alma de este país y que por lo mismo invoquéis a María con expresiones llenas de piedad y de confianza filial porque, además, brotan de los hijos predilectos del Señor: los pobres y sencillos, a quienes Dios ha destinado el reino de los Cielos. (...)

¡Ojalá la devoción popular a la Virgen se mantenga siempre viva en Chile, y en todos los chilenos y chilenas! En vuestra función de primeros evangelizadores, vosotros, padres de familia, habéis de enseñar a vuestros hijos a invocar a María con filial confianza, a recurrir a Ella como auxilio seguro y a imitar su vida como camino hacia el cielo.

Quiero recomendaros, de manera particular, el rezo del Rosario que es fuente de vida cristiana profunda. Procurad rezarlo a diario, solos o en familia, repitiendo con gran fe esas oraciones fundamentales del cristiano, que son el Padrenuestro, el Avemaría y el Gloria. Meditad esas escenas de la vida de Jesús y de María, que nos recuerdan los misterios de gozo, dolor y gloria. Aprenderéis así en los misterios gozosos a pensar en Jesús que se hizo pobre y pequeño: ¡un niño!, por nosotros, para servirnos; y os sentiréis impulsados a servir al prójimo en sus necesidades. En los misterios dolorosos os daréis cuenta de que aceptar con docilidad y amor los sufrimientos de esta vida -como Cristo en su Pasión-, lleva a la felicidad y alegría, que se expresa en los misterios gloriosos de Cristo y de María a la espera de la vida eterna.

(...) En la vida de María, una madre y esposa, aprendamos que en la normalidad cotidiana de nuestros deberes familiares y sociales, cumplidos con mucho amor, podemos y debemos alcanzar la santidad cristiana."

(Discurso del Papa Juan Pablo II en su visita a Chile, en La Serena)

domingo, 26 de octubre de 2008

Oración de Juan Pablo II por los jóvenes

"María, humilde sierva del Altísimo, el Hijo que engendraste te ha hecho sierva de la humanidad.
Tu vida ha sido un servicio humilde y generoso: has sido sierva de la Palabra cuando el Angel te anunció el proyecto divino de la salvación.
Has sido sierva del Hijo, dándole la vida y permaneciendo abierta al misterio.
Has sido sierva de la Redención, permaneciendo valientemente al pie de la Cruz, junto al Siervo y Cordero sufriente, que se inmolaba por nuestro amor.
Has sido sierva de la Iglesia, el día de Pentecostés, y con tu intercesión continúas generándola en cada creyente, también en estos tiempos nuestros, difíciles y atormentados.
A Ti, joven Hija de Israel, que has conocido la turbación del corazón joven ante la propuesta del Eterno, dirijan su mirada con confianza los jóvenes del tercer milenio.
Hazlos capaces de aceptar la invitación de tu Hijo a hacer de la vida un don total para la gloria de Dios.
Hazles comprender que servir a Dios satisface el corazón, y que sólo en el servicio de Dios y de su Reino nos realizamos según el divino proyecto y la vida llega a ser himno de gloria a la Santísima Trinidad
Amen".
(Juan Pablo II)

miércoles, 22 de octubre de 2008

El porvenir de los jóvenes católicos

"...Debemos vivir con ese espíritu de Eucaristía, de unión en Cristo, de elevación sobrenatural en medio de las miserias de la pobre vida humana. Lo que nos pierde es que no pensamos en nuestro destino sobrenatural, que nos olvidamos de la vida divina que hemos recibido en el Bautismo, de Cristo, nuestro hermano, invisible a nuestros ojos, pero presente a nuestro corazón. Y nuestra gran misión es dar a este siglo de materialismo, alejado de la Iglesia, paganizado, el sentido del cristianismo, una visión de eternidad, visión de Cristo, aceptación gozosa de la Cruz, para ser dignos de resucitar con Cristo. Devolver al mundo su sentido sobrenatural, hacerlo consciente de su bautismo, darle el hambre de la Eucaristía.

Cuando tengamos una juventud que viva plenamente su cristianismo, entonces podremos reformar la sociedad. Por eso no me canso de insistir: el primer elemento de nuestra nueva juventud, de esa juventud que está apareciendo como una alborada en nuestra Patria, es persuadirse bien que su primera misión, su primer oficio, antes que estudiante, empleado, obrero, es ser cristiano; obrero cristiano, estudiante cristiano, actuar en forma tal que viéndolo a él todos comprendan la belleza de su vida. Porque Cristo, si volviese a la tierra, no actuaría en otra línea que la suya, con la única diferencia que sus virtudes estarían en el plano de lo infinito.
Que la alegría cristiana, la lealtad, la virilidad, la fuerza... todo eso que significa la palabra Cristo, se refleje en nuestras vidas.
Que nos alimentemos de la Eucaristía, que es Cristo, Cristo viviendo entre nosotros.
Y que en el día perseveremos fieles a la unión divina, lo que se traducirá en obrar como Cristo, mirar las alegrías y los fracasos con los ojos de Cristo, sólo pensando qué haría Cristo en nuestro lugar... ¿Qué haría? ¡Cómo caen por tierra los vicios, lo que nunca Cristo haría!

Con una juventud, aunque sea al principio poco numerosa, no hay temor: sobrepasaremos pronto nuestro estadio de prueba... seremos muchos. Nuestra conquista está asegurada. La verdad atrae, la verdad es irresistible, y el bien enamora los corazones bien puestos; lo que ha faltado en el mundo, hasta ahora, ha sido el signo de Cristo en los corazones cristianos; lo que lo ha de salvar, en el futuro, ha de ser el signo de Cristo bien impreso en los corazones de la juventud.
Los jóvenes se consagrarán con plenitud al apostolado, que no será tomado como una manera de gastar actividades, como un puro dinamismo humano, sino como el desborde del amor de Cristo que lo mueve a incorporar nuevos miembros al Cuerpo místico.

Unidos a Cristo por la meditación de su vida, por la Eucaristía; unidos a los representantes de Cristo que son el Papa, nuestros Obispos y sus delegados, unidos férreamente, indisolublemente, sin que ningún mal entendido pueda disminuir esta unión, construiremos la ciudad nueva, la ciudad cristiana... Ciudad nueva en que cada hombre tiene una misión, misión divina que cumplir, ya sea sacerdocio, matrimonio, trabajo manual; en que cada uno trabaja con la perfección del que hace una obra divina que tiene proyección eterna. Una ciudad cuyo Arquitecto es Cristo, a gloria del Padre en el Espíritu Santo."

(San Alberto Hurtado)

lunes, 20 de octubre de 2008

"Oh María, totalmente buena y llena de misericordia, Soberana, consuelo de los cristianos, el más seguro refugio de los pecadores, el más ardiente alivio de los afligidos, no nos dejes como huérfanos privados de tu socorro. Si somos abandonados por ti, ¿dónde nos refugiaremos? ¿Qué nos sucedería, oh santísima Madre de Dios? Tu eres el espíritu y la vida de los cristianos.
Así como la respiración aporta la prueba de que nuestro cuerpo posee todavía su energía viviente, así tu santísimo nombre incansablemente pronunciado por la boca de tus servidores, en todo tiempo y lugar y de toda manera, es más que la prueba, es la causa de la vida, de la alegría, del socorro para nosotros.
Protégenos bajo las alas de tu bondad.
Sé nuestro socorro por tus intervenciones. Concédenos la vida eterna, tú que eres la esperanza incomparable de los cristianos.

Yo lo sé, tú tienes en tu calidad de Madre del Altísimo un poder igual a tu querer. Por eso mi confianza en ti no tiene límites.
No hay nadie, oh Santísima, que se haya salvado, si no es por ti.
Nadie, oh Inmaculada, se ha librado del mal, si no es por ti.
Nadie, oh Purísima, recibe los dones divinos si no es por ti.
A nadie, oh Soberana, la bondad divina concede sus gracias, si no es por ti."


(San Germán)

sábado, 18 de octubre de 2008

Por su Cruz hemos sido salvados

"¡Qué dicha tener la Cruz! Quien posee la Cruz posee un tesoro" (S. Andrés de Creta). Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para salvar a los hombres. El Hijo de Dios se hizo vulnerable, tomando la condición de siervo, obediente hasta la muerte y una muerte de cruz. Por su Cruz hemos sido salvados. "Para ser curados del pecado, miremos a Cristo crucificado", decía san Agustín. Al levantar los ojos hacia el Crucificado, adoramos a Aquel que vino para quitar el pecado del mundo y darnos la vida eterna. La Iglesia nos invita a levantar con orgullo la Cruz gloriosa para que el mundo vea hasta dónde ha llegado el amor del Crucificado por los hombres, por nosotros. Nos invita a dar gracias a Dios porque de un árbol portador de muerte, ha surgido de nuevo la vida. Sí, "venid a adorarlo". En medio de nosotros se encuentra Quien nos ha amado hasta dar su vida por nosotros, Quien invita a todo ser humano a acercarse a Él con confianza.

En efecto, es significativo que, en la primera aparición a Bernadette, María comience su encuentro con la señal de la Cruz. Más que un simple signo, Bernadette recibe de María una iniciación a los misterios de la fe. La señal de la Cruz es de alguna forma el compendio de nuestra fe, porque nos dice cuánto nos ha amado Dios; nos dice que, en el mundo, hay un amor más fuerte que la muerte, más fuerte que nuestras debilidades y pecados. El poder del amor es más fuerte que el mal que nos amenaza. Este misterio de la universalidad del amor de Dios por los hombres, es el que María reveló aquí, en Lourdes. María invita a todos los hombres de buena voluntad, a todos los que sufren en su corazón o en su cuerpo, a levantar los ojos hacia la Cruz de Jesús para encontrar en ella la fuente de la vida, la fuente de la salvación.

La Iglesia ha recibido la misión de mostrar a todos el rostro amoroso de Dios, manifestado en Jesucristo. Volvamos nuestras miradas hacia Cristo. Él nos hará libres para amar como Él nos ama y para construir un mundo reconciliado. Porque, con esta Cruz, Jesús cargó el peso de todos los sufrimientos e injusticias de nuestra humanidad. Él ha cargado las humillaciones y discriminaciones, las torturas sufridas en numerosas regiones del mundo por muchos hermanos y hermanas nuestros por amor a Cristo. Les encomendamos a María, Madre de Jesús y Madre nuestra, presente al pie de la Cruz.

Jesús, nacido de María, es el Hijo de Dios, el único Salvador de todos los hombres, vivo y operante en su Iglesia y en el mundo. La Iglesia ha sido enviada a todo el mundo para proclamar este único mensaje e invitar a los hombres a acogerlo mediante una conversión auténtica del corazón."

(Homilía del Papa en la Misa con motivo de los 150 años de las apariciones de Lourdes)

jueves, 16 de octubre de 2008

La Oración es indispensable

"María es la mujer de nuestra tierra que se entregó por completo a Dios y que recibió de Él el privilegio de dar la vida humana a su eterno Hijo. "Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,38). Ella es la hermosura transfigurada, la imagen de la nueva humanidad. De esta forma, al presentarse en una dependencia total de Dios, María expresa en realidad una actitud de plena libertad, cimentada en el completo reconocimiento de su genuina dignidad. Este privilegio nos concierne también a nosotros, porque nos desvela nuestra propia dignidad de hombres y mujeres, marcados ciertamente por el pecado, pero salvados en la esperanza, una esperanza que nos permite afrontar nuestra vida cotidiana. Es el camino que María abre también al hombre. Ponerse completamente en manos de Dios, es encontrar el camino de la verdadera libertad. Porque, volviéndose hacia Dios, el hombre llega a ser él mismo. Encuentra su vocación original de persona creada a su imagen y semejanza.

(...) María sale a nuestro encuentro como la Madre, siempre disponible a las necesidades de sus hijos. Mediante la luz que brota de su rostro, se trasparenta la misericordia de Dios. Dejemos que su mirada nos acaricie y nos diga que Dios nos ama y nunca nos abandona. María nos recuerda aquí que la oración, intensa y humilde, confiada y perseverante debe tener un puesto central en nuestra vida cristiana. La oración es indispensable para acoger la fuerza de Cristo. "Quien reza no desperdicia su tiempo" (Deus caritas est). Dejarse absorber por las actividades entraña el riesgo de quitar de la plegaria su especificad cristiana y su verdadera eficacia. En el Rosario, se concentra la profundidad del mensaje evangélico. Nos introduce en la contemplación del rostro de Cristo. De esta oración de los humildes podemos sacar copiosas gracias.

Queridos jóvenes, no tengáis miedo de decir sí a las llamadas del Señor, cuando Él os invite a seguirlo. Responded generosamente al Señor. Sólo Él puede colmar los anhelos más profundos de vuestro corazón.
El servicio a los hermanos y a las hermanas ensancha el corazón y lo hace disponible. En el silencio de la oración, que María sea vuestra confidente. Que María ayude a los llamados al matrimonio a descubrir la belleza de un amor auténtico y profundo, vivido como don recíproco y fiel. A aquellos, entre vosotros, que Él llama a seguirlo en la vocación sacerdotal o religiosa, quisiera decirles la felicidad que existe en entregar la propia vida al servicio de Dios y de los hombres. Que las familias y las comunidades cristianas sean lugares donde puedan nacer y crecer sólidas vocaciones al servicio de la Iglesia y del mundo.

El mensaje de María es un mensaje de esperanza para todos los hombres y para todas las mujeres de nuestro tiempo, sean del país que sean."

(Homilía del Papa en la Misa con motivo de los 150 años de las apariciones de Lourdes)

miércoles, 15 de octubre de 2008

Oración de Entrega

“Padre, me pongo en tus manos;
Padre confío en ti;
Padre, me entrego a ti;
haz de mí lo que quieras,
sea lo que sea, te doy gracias.
Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo,
con tal de que tu voluntad se cumpla en mí,
y en todas tus criaturas, en todos tus hijos,
en todos aquellos que ama tu corazón.
No deseo nada más, Dios mío.
Te confío mi alma, te la doy
con todo el amor de que soy capaz,
porque te amo, y para mí amarte es darme,
ponerme en tus manos sin medida,
con confianza infinita,
porque Tú eres mi Padre.”

(Beato Charles de Foucauld)

lunes, 13 de octubre de 2008

"Él es mi riqueza infinita"

“¿Hay algo bueno, bello, verdadero que podamos concebir que en Jesús no esté? Sabiduría, para la cual no hay nada secreto; poder, para el cual nada existe imposible; justicia, que lo hace encarnarse para satisfacer por el pecado; providencia, que siempre vela y sostiene; misericordia, que jamás deja de perdonar; bondad, que olvida las ofensas de sus criaturas; amor, que reune todas las ternuras de una madre, del hermano, del esposo y que haciendolo salir del abismo de su grandeza, lo liga estrechamente a sus criaturas; belleza que extasía…¿Qué otra cosa imaginas que no esté en este Hombre-Dios?

¿Temes acaso que el abismo de la grandeza de Dios y el de tu nada jamás podrán unirse? Existe en El el amor; y esta pasión lo hizo encarnarse para que viendo un Hombre-Dios, no temieran acercarse a Él. Esta pasión hízolo convertirse en pan, para poder asimilar y hacer desaparecer nuestra nada en su Ser infinito. Esta pasión le hizo dar su vida, muriendo muerte de cruz.

¿Temes acercarte a Él? Míralo rodeado por los niños. Los acaricia, los estrecha contra su corazón. Míralo en medio de su rebaño fiel, cargando sobre sus hombros a la oveja infiel. Míralo sobre la tumba de Lázaro. Y oye lo que dice a Magdalena: Mucho se le ha perdonado porque ha amado mucho. ¿Qué descubres en estos rasgos del Evangelio, sino un corazón bueno, dulce, tierno, compasivo, un corazón, en fin, de un Dios?

Él es mi riqueza infinita, mi beatitud, mi cielo.”

(Santa Teresita de los Andes)

sábado, 11 de octubre de 2008

La Estrella del tercer milenio

"La bienaventurada Virgen María sigue "precediendo" al Pueblo de Dios. Su excepcional peregrinación de la fe representa un punto de referencia constante para la Iglesia, para los individuos y comunidades, para los pueblos y naciones, y, en cierto modo, para toda la humanidad. Ella es la estrella del tercer milenio, al igual que en los inicios de la era cristiana fue la aurora que precedió a Jesús en el horizonte de la historia. De hecho, María nació cronológicamente antes de Cristo, le engendró y le introdujo en nuestra historia humana.

Nos dirigimos a ella para que siga guiándonos hacia Cristo y el Padre, en la noche tenebrosa del mal y en los momentos de duda, crisis, silencio y sufrimiento. Elevamos a ella el canto preferido de la Iglesia de oriente, el «Hinmo Acatistos» que en 24 estrofas exalta líricamente su figura. En la quinta estrofa dedicada a la visita de Isabel, exclama:

«Alégrate, sarmiento de planta inmarcesible. Alégrate, fruto íntegro. Alégrate tú, que cultivas al cultivador amigo de los hombres. Alégrate, procreadora del Creador de nuestra vida. Alégrate, terreno que germina fecundidad de compasión. Alégrate, mesa que ofrece copiosamente misericordia. Alégrate porque haces florecer un prado de delicias. Alégrate porque preparas un puerto a las almas. Alégrate, incienso de súplicas. Alégrate, perdón del mundo entero. Alégrate, benevolencia de Dios hacia los mortales. Alégrate, atrevida palabra de los mortales dirigida a Dios. Alégrate, ¡Virgen Esposa!»."

(Juan Pablo II)

jueves, 9 de octubre de 2008

Un alma unida e identificada con Jesús lo puede todo

"Un alma unida e identificada con Jesús lo puede todo. Y me parece que sólo por la oración se puede alcanzar esto. Aunque otros digan que por el apostolado y la oración se salvan las almas, yo creo que es mucho más difícil, pues esto necesita una gran unión con el Redentor; pues salvar almas no es otra cosa que darles a Jesús, y el que no lo posee, no puede dar nada.

(...) Que nada te haga vacilar. Míralo a Él. Te espera lleno de amor infinito... ¡Oh, si supieras las ternuras que encierra su adorable Corazón! Es Dios, y se acerca a sus nadas criminales, a esas criaturas que un tiempo atrás sólo sabían ofenderlo, y que todavía sólo le corresponden ingratamente. ¿Cómo no amarlo hasta el delirio, cómo no despreciarlo todo ante el espectáculo de sus encantos y bellezas infinitas? El reúne todas las bellezas de las criaturas, tanto las físicas como las intelectuales y las bellezas del corazón elevadas a un grado infinito. ¿Qué se puede buscar que no esté en Jesús?

Por ahora procura conocer a Jesús. Anda siempre en su presencia. Míralo constantemente, pues nuestra Sta. Madre dice que es imposible que, en esa mirada, el alma toda no se inflame en amor. Pídele después de comulgar ese amor. Amándolo, sabrás vencerte y sacrificarte. Ten siempre como modelo a la Sma. Virgen y pídele te asemeje, pues Ella siempre permaneció en silencio unida a su Dios, y se consumió en el amor y en el sacrificio por sus hijos pecadores. Su vida se resume en dos palabras: sufrió y amó. Pero no te atemorice la cruz... Jesús está en ella. El la aligera de manera que todo el peso lo carga sobre sus hombros.”

(Santa Teresita de los Andes, Carta 130)

miércoles, 8 de octubre de 2008

"Oh Rosario bendito de María..."

"El Rosario nos transporta místicamente junto a María, dedicada a seguir el crecimiento humano de Cristo en la casa de Nazaret. Eso le permite educarnos y modelarnos con la misma diligencia, hasta que Cristo «sea formado» plenamente en nosotros (cf. Ga 4, 19). Esta acción de María, basada totalmente en la de Cristo y subordinada radicalmente a ella, «favorece, y de ninguna manera impide, la unión inmediata de los creyentes con Cristo». De verdad, en el Rosario el camino de Cristo y el de María se encuentran profundamente unidos. ¡María no vive más que en Cristo y en función de Cristo! (...)

Oh Rosario bendito de María, dulce cadena que nos une con Dios, vínculo de amor que nos une a los Ángeles, torre de salvación contra los asaltos del infierno, puerto seguro en el común naufragio, no te dejaremos jamás. Tú serás nuestro consuelo en la hora de la agonía. Para ti el último beso de la vida que se apaga. Y el último susurro de nuestros labios será tu suave nombre, oh Reina del Rosario, oh Madre nuestra querida, oh Refugio de los pecadores, oh Soberana consoladora de los tristes. Que seas bendita por doquier, hoy y siempre, en la tierra y en el cielo."

(Carta Apostólica "Rosarium Virginis Mariae", Juan Pablo II)

martes, 7 de octubre de 2008

Mes del Rosario

“Este mes de octubre nos ofrece un motivo de oración y de reflexión: la memoria de la Virgen María del Rosario, que se celebra precisamente hoy.

La imagen tradicional de la Virgen del Rosario representa a María que en un brazo lleva al Niño Jesús y en el otro presenta la corona del Rosario de santo Domingo. Esta imagen significativa muestra cómo el Rosario es un medio donado por la Virgen para contemplar a Jesús y, al meditar en su vida, amarle y seguirle cada vez más fielmente.

Es la consigna que la Virgen ha dejado en sus diferentes apariciones. Pienso, en particular, en las de Fátima, acaecida hace 90 años, a los tres pastorcillos, Lucia, Jacinta y Francisco, en las que se presentó como «la Virgen del Rosario», y recomendó con insistencia el rezo del Rosario todos los días.

Nosotros también queremos acoger la maternal petición de la Virgen, comprometiéndonos a rezar con fe el Rosario por la paz en las familias, en las naciones y en todo el mundo. Os invito a rezar cada día, con más piedad y devoción, esta tradicional oración mariana, y que la contemplación de los principales misterios de la vida de Nuestro Señor Jesucristo aumente en nosotros la fe, la esperanza y la caridad.”

(S.S. Benedicto XVI, 7 de Octubre 2007)

domingo, 5 de octubre de 2008

Procesión Eucarística en Lourdes

"Una inmensa muchedumbre de testigos está invisiblemente presente a nuestro lado, cerca de esta bendita gruta y ante esta iglesia querida por la Virgen María; la multitud de todos los que han contemplado, venerado, adorado, la presencia real de Quien se nos entregó hasta la última gota de su sangre; la muchedumbre de todos los que pasaron horas adorándolo en el Santísimo Sacramento del Altar.

Esta tarde, no los vemos, pero los oímos aquí, diciéndonos a cada uno de nosotros: "Ven, déjate llamar por el Maestro. Él está aquí y te llama (cf. Jn 11,28). Él quiere tomar tu vida y unirla a la suya. Déjate atraer por Él. No mires ya tus heridas, mira las suyas. No mires lo que te separa aún de Él y de los demás; mira la distancia infinita que ha abolido tomando tu carne, subiendo a la Cruz que le prepararon los hombres y dejándose llevar a la muerte para mostrar su amor. En estas heridas, te toma; en estas heridas, te esconde. No rechaces su amor".

La multitud inmensa de testigos que se dejó atraer por su Amor, es la muchedumbre de los santos del cielo que no cesan de interceder por nosotros. Eran pecadores y lo sabían, pero aceptaron no mirar sus heridas y mirar sólo las heridas de su Señor, para descubrir en ellas la gloria de la Cruz, para descubrir en ellas la victoria de la Vida sobre la muerte. San Pierre-Julien Eymard lo dijo todo cuando escribió: "La Santa Eucaristía, es Jesucristo pasado, presente y futuro"

(...) Con Pierre-Julien Eymard y con Bernadette, invocamos el testimonio de tantos y tantos santos y santas ardientemente enamorados de la Santa Eucaristía. Nicolás Cabasilas escribió y nos dice esta tarde: "Si Cristo permanece en nosotros, ¿de qué tenemos necesidad? ¿Qué nos falta? Si permanecemos en Cristo, ¿qué más podemos desear? Es nuestro huésped y nuestra morada. ¡Dichosos nosotros que estamos en su casa! ¡Qué gozo ser nosotros mismos la morada de tal huésped!"

(S.S. Benedicto XVI, meditación durante la Procesión Eucarística en Lourdes, 13 sept.)
(Para leer la meditación completa: http://multimedios.org/docs/d002087/ )

viernes, 3 de octubre de 2008

Maestro de vida interior

"El trabajo de carpintero en la casa de Nazaret está envuelto por el mismo clima de silencio que acompaña todo lo relacionado con la figura de José. Pero es un silencio que descubre de modo especial el perfil interior de esta figura. Los Evangelios hablan exclusivamente de lo que José «hizo»; sin embargo permiten descubrir en sus «acciones» —ocultas por el silencio— un clima de profunda contemplación. José estaba en contacto cotidiano con el misterio «escondido desde siglos», que «puso su morada» bajo el techo de su casa.

El sacrificio total, que José hizo de toda su existencia a las exigencias de la venida del Mesías a su propia casa, encuentra una razón adecuada «en su insondable vida interior, de la que le llegan mandatos y consuelos singularísimos, y de donde surge para él la lógica y la fuerza —propia de las almas sencillas y limpias— para las grandes decisiones, como la de poner enseguida a disposición de los designios divinos su libertad, su legítima vocación humana, su fidelidad conyugal, aceptando de la familia su condición propia, su responsabilidad y peso, y renunciando, por un amor virginal incomparable, al natural amor conyugal que la constituye y alimenta».

Esta sumisión a Dios, que es disponibilidad de ánimo para dedicarse a las cosas que se refieren a su servicio, no es otra cosa que el ejercicio de la devoción, la cual constituye una de las expresiones de la virtud de la religión.

Puesto que el amor «paterno» de José no podía dejar de influir en el amor «filial» de Jesús y, viceversa, el amor «filial» de Jesús no podía dejar de influir en el amor «paterno» de José, ¿cómo adentrarnos en la profundidad de esta relación singularísima? Las almas más sensibles a los impulsos del amor divino ven con razón en José un luminoso ejemplo de vida interior.

Además, la aparente tensión entre la vida activa y la contemplativa encuentra en él una superación ideal, cosa posible en quien posee la perfección de la caridad. (...) La Iglesia implora la protección de san José en virtud de «aquel sagrado vínculo que lo une a la Inmaculada Virgen María», y le encomienda todas sus preocupaciones y los peligros que amenazan a la familia humana."

(Juan Pablo II, "Redemptoris Custos")

miércoles, 1 de octubre de 2008

El trabajo, expresión del amor

"En la Familia de Nazaret, el trabajo es expresión del amor. El texto evangélico precisa el tipo de trabajo con el que José trataba de asegurar el mantenimiento de la Familia: el de carpintero. Esta simple palabra abarca toda la vida de José. Para Jesús éstos son los años de la vida escondida, de la que habla el evangelista tras el episodio ocurrido en el templo: «Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos» (Lc 2, 51). Esta «sumisión», es decir, la obediencia de Jesús en la casa de Nazaret, es entendida también como participación en el trabajo de José. El que era llamado el «hijo del carpintero» había aprendido el trabajo de su «padre» putativo. Si la Familia de Nazaret en el orden de la salvación y de la santidad es ejemplo y modelo para las familias humanas, lo es también análogamente el trabajo de Jesús al lado de José, el carpintero.

En nuestra época la Iglesia ha puesto también esto de relieve con la fiesta litúrgica de San José Obrero, el 1 de mayo. El trabajo humano y, en particular, el trabajo manual tienen en el Evangelio un significado especial. Junto con la humanidad del Hijo de Dios, el trabajo ha formado parte del misterio de la encarnación, y también ha sido redimido de modo particular. Gracias a su banco de trabajo sobre el que ejercía su profesión con Jesús, José acercó el trabajo humano al misterio de la redención.

En el crecimiento humano de Jesús «en sabiduría, edad y gracia» representó una parte notable la virtud de la laboriosidad, al ser «el trabajo un bien del hombre» que «transforma la naturaleza» y que hace al hombre «en cierto sentido más hombre». Se trata, en definitiva, de la santificación de la vida cotidiana, que cada uno debe alcanzar según el propio estado y que puede ser fomentada según un modelo accesible a todos: «San José es el modelo de los humildes, que el cristianismo eleva a grandes destinos; san José es la prueba de que para ser buenos y auténticos seguidores de Cristo no se necesitan "grandes cosas", sino que se requieren solamente las virtudes comunes, humanas, sencillas, pero verdaderas y auténticas».

(Juan Pablo II, "Redemptoris Custos")