jueves, 31 de julio de 2008

XXIII Jornada Mundial de la Juventud

Mensaje del Papa Benedicto XVI a los jóvenes del mundo, con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud en Sydney

«Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos» (Hch 1, 8)

"(…) La tarde del día de su resurrección, Jesús, apareciéndose a los discípulos, «sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo”». El Espíritu Santo renovó interiormente a los Apóstoles, revistiéndolos de una fuerza que los hizo audaces para anunciar sin miedo: «¡Cristo ha muerto y ha resucitado!». Libres de todo temor comenzaron a hablar con franqueza. De pescadores atemorizados se convirtieron en heraldos valientes del Evangelio. Tampoco sus enemigos lograron entender cómo hombres «sin instrucción ni cultura» fueran capaces de demostrar tanto valor y de soportar las contrariedades, los sufrimientos y las persecuciones con alegría. Nada podía detenerlos. A los que intentaban reducirlos al silencio respondían: «Nosotros no podemos dejar de contar lo que hemos visto y oído». Así nació la Iglesia, que desde el día de Pentecostés no ha dejado de extender la Buena Noticia «hasta los confines de la tierra».

Toda comunidad cristiana tiene que inspirarse constantemente en este icono de la Iglesia naciente. El Siervo de Dios Juan Pablo II escribió que antes de ser acción, la misión de la Iglesia es testimonio e irradiación. Así sucedía al inicio del cristianismo, cuando los paganos se convertían viendo el amor que reinaba entre los cristianos: «Ved –dicen– cómo se aman entre ellos».


(...) Queridos jóvenes, anunciar el Evangelio y testimoniar la fe es hoy más necesario que nunca. Alguno puede pensar que presentar el tesoro precioso de la fe a las personas que no la comparten significa ser intolerantes con ellos, pero no es así, porque proponer a Cristo no significa imponerlo. Además, doce Apóstoles, hace ya dos mil años, han dado la vida para que Cristo fuese conocido y amado. Desde entonces, el Evangelio sigue difundiéndose a través de los tiempos gracias a hombres y mujeres animados por el mismo fervor misionero. Por lo tanto, también hoy se necesitan discípulos de Cristo que no escatimen tiempo ni energía para servir al Evangelio. Se necesitan jóvenes que dejen arder dentro de sí el amor de Dios y respondan generosamente a su llamamiento apremiante, como lo han hecho tantos jóvenes beatos y santos del pasado y también de tiempos cercanos al nuestro. Vosotros conocéis el idealismo, el lenguaje y también las heridas, las expectativas y, al mismo tiempo, el deseo de bienestar de vuestros coetáneos. Tenéis ante vosotros el vasto mundo de los afectos, del trabajo, de la formación, de la expectativa, del sufrimiento juvenil... Que cada uno de vosotros tenga la valentía de prometer al Espíritu Santo llevar a un joven a Jesucristo, como mejor lo considere, sabiendo «dar razón de vuestra esperanza, pero con mansedumbre».

Pero para lograr este objetivo, queridos amigos, sed santos, sed misioneros, porque nunca se puede separar la santidad de la misión. No tengáis miedo de convertiros en santos misioneros como San Francisco Javier, que recorrió el Extremo Oriente anunciando la Buena Noticia hasta el límite de sus fuerzas, o como Santa Teresa del Niño Jesús, que fue misionera aún sin haber dejado el Carmelo: tanto el uno como la otra son «Patronos de las Misiones». Estad listos a poner en juego vuestra vida para iluminar el mundo con la verdad de Cristo; para responder con amor al odio y al desprecio de la vida; para proclamar la esperanza de Cristo resucitado en cada rincón de la tierra.

María, unida en oración a los Apóstoles en el Cenáculo, os acompañe durante estos meses y obtenga para todos los jóvenes cristianos una nueva efusión del Espíritu Santo que inflame los corazones. Recordad: ¡la Iglesia confía en vosotros! Nosotros, los Pastores, en particular, oramos para que améis y hagáis amar siempre más a Jesús y lo sigáis fielmente. Con estos sentimientos os bendigo a todos con gran afecto."



Para leer el mensaje completo del Papa a los jóvenes: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/youth/documents/hf_ben-xvi_mes_20070720_youth_sp.html


Discursos, Cartas, Audiencias y Mensajes del Papa Benedicto XVI: http://www.ssbenedictoxvi.org/

martes, 29 de julio de 2008

Espejo de santidad

"Entre los Santos, sobresale María, Madre del Señor y espejo de toda santidad. El Evangelio de Lucas la muestra atareada en un servicio de caridad a su prima Isabel, con la cual permaneció «unos tres meses» para atenderla durante el embarazo. «Magnificat anima mea Dominum», dice con ocasión de esta visita —«proclama mi alma la grandeza del Señor»— , y con ello expresa todo el programa de su vida: no ponerse a sí misma en el centro, sino dejar espacio a Dios, a quien encuentra tanto en la oración como en el servicio al prójimo; sólo entonces el mundo se hace bueno.

María es grande precisamente porque quiere enaltecer a Dios en lugar de a sí misma. Ella es humilde: no quiere ser sino la sierva del Señor . Sabe que contribuye a la salvación del mundo, no con una obra suya, sino sólo poniéndose plenamente a disposición de la iniciativa de Dios. Es una mujer de esperanza: sólo porque cree en las promesas de Dios y espera la salvación de Israel, el ángel puede presentarse a ella y llamarla al servicio total de estas promesas. Es una mujer de fe: «¡Dichosa tú, que has creído!», le dice Isabel."

(Papa Benedicto XVI, Carta encíclica "Deus Caritas Est")

domingo, 27 de julio de 2008

Serán fuego encendido

"Pero, ¿qué serán estos servidores, esclavos e hijos de María? Serán fuego encendido ministros del Señor que prenderán por todas partes el fuego del amor divino... Serán nubes tonantes y volantes, en el espacio, al menor soplo del Espíritu Santo. Sin apegarse a nada, ni asustarse, ni inquietarse por nada, derramarán la lluvia de la palabra de Dios y de la vida eterna, tronarán contra el pecado, descargarán golpes contra el demonio, y con la palabra de Dios traspasarán a todos aquellos a quienes sean enviados de parte del Altísimo... Serán los apóstoles auténticos de los últimos tiempos. A quienes el Señor de los ejércitos dará la palabra y la fuerza necesarias para realizar maravillas y ganar gloriosos despojos sobre sus enemigos... Tendrán, sin embargo, las alas plateadas de la paloma, para volar con la pura intención de la gloria de Dios y de la salvación de los hombres adonde los llame el Espíritu Santo. Y sólo dejarán en pos de sí, en los lugares donde prediquen, el oro de la caridad, que es el cumplimiento de toda la ley.... Serán verdaderos discípulos de Jesucristo. Caminarán sobre las huellas de su pobreza, humildad, desprecio de lo mundano y caridad evangélica, y enseñarán la senda estrecha de Dios en la pura verdad, conforme al santo Evangelio y no a los códigos mundanos... Llevarán en la boca la espada de dos filos de la palabra de Dios; sobre sus hombros, el estandarte ensangrentado de la cruz; en la mano derecha, el crucifijo; el rosario en la izquierda; los sagrados nombres de Jesús y de María en el corazón, y en toda su conducta la modestia y mortificación de Jesucristo."

("Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen”, de San Luis María G. de Montfort)

viernes, 25 de julio de 2008

Arraigado en María, lo tengo todo

"Pensar lo que ha hecho María por nosotros, lo que quiere hacer, lo que podemos esperar de ella. ¡Lo que quiere hacer de mí!
Si me diese cuenta de lo que puedo esperar de Ella, es mucho más de lo que ahora me atrevo a desear y aún a pensar. Pedirle en primer lugar esa fe viva en su amor, y pedirle lleno de confianza; es increíble lo que adelantaría en la perfección, paz del alma, verdadera santidad. Arraigado en María, lo tengo todo.
Vivir consagrado, vivir dentro del Corazón de la Virgen, sintiendo de todo como Ella siente, en ese abismo de belleza y bondad que tiene cierta infinitud, que está al orden casi de la Divinidad. Cualquier belleza que me sirva para elevarme a la belleza de la Santísima Virgen. -Si esto es tan hermoso ¿qué será mi Madre?
¡Es Madre y cuanto más Madre que las terrenas, puede ayudarme en todo! ¿No querrá? ¡No la ofendas! Por tanto, seguridad de alcanzar por Ella, lo que ni siquiera me atrevo a desear.
Propagar su culto y honor por todas partes. El mejor medio para salvar las almas. Si conseguimos inculcar esta devoción en un alma, ciertos estamos de que se salvará. Para ello, llenarnos nosotros."


(San Alberto Hurtado)

miércoles, 23 de julio de 2008

Una propuesta de matrimonio

"Queridos jóvenes amigos
Nos disponemos ahora a recitar juntos la hermosa oración del Angelus. En ella reflexionaremos sobre María, mujer joven que conversa con el ángel, que la invita, en nombre de Dios, a una particular entrega de sí misma, de su vida, de su futuro como mujer y madre. Podemos imaginar cómo debió sentirse María en aquel momento: totalmente estremecida, completamente abrumada por la perspectiva que se le ponía delante.
El ángel comprendió su ansiedad e inmediatamente intentó calmarla: «No temas, María… El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra». El Espíritu fue quien le dio la fuerza y el valor para responder a la llamada del Señor. El Espíritu fue quien la ayudó a comprender el gran misterio que iba a cumplirse por medio de Ella. El Espíritu fue el que la rodeó con su amor y la hizo capaz de concebir en su seno al Hijo de Dios.
Esta escena es quizás el momento culminante de la historia de la relación de Dios con su pueblo. En el Antiguo Testamento, Dios se reveló de modo parcial y gradual, como hacemos todos en nuestras relaciones personales. Se necesitó tiempo para que el pueblo elegido profundizase en su relación con Dios. La Alianza con Israel fue como un tiempo de hacer la corte, un largo noviazgo. Luego llegó el momento definitivo, el momento del matrimonio, la realización de una nueva y eterna alianza. En ese momento María, ante el Señor, representaba a toda la humanidad. En el mensaje del ángel, era Dios el que brindaba una propuesta de matrimonio con la humanidad. Y en nombre nuestro, María dijo sí.
En los cuentos, los relatos terminan en este momento: «y desde entonces vivieron felices y contentos». En la vida real no es tan fácil. Fueron muchas las dificultades que María tuvo que superar al afrontar las consecuencias de aquel «sí» al Señor. Simeón profetizó que una espada le traspasaría el corazón. Cuando Jesús tenía doce años, Ella experimentó las peores pesadillas que los padres pueden tener, cuando tuvo a su hijo perdido durante tres días. Y después de su actividad pública, sufrió la agonía de presenciar su crucifixión y muerte. En las diversas pruebas Ella permaneció fiel a su promesa, sostenida por el Espíritu de fortaleza. Y por ello tuvo como recompensa la gloria.
Queridos jóvenes, también nosotros debemos permanecer fieles al «sí» con que acogimos el ofrecimiento de amistad por parte del Señor. Sabemos que Él nunca nos abandonará. Sabemos que Él nos sostendrá siempre con los dones del Espíritu. María acogió la propuesta del Señor en nombre nuestro. Dirijámonos, pues, a Ella y pidámosle que nos guíe en las dificultades para permanecer fieles a esa relación vital que Dios estableció con cada uno de nosotros. María es nuestro ejemplo y nuestra inspiración; Ella intercede por nosotros ante su Hijo, y con amor materno nos protege de los peligros".

(Benedicto XVI, Angelus 20 julio 2008, Sydney)

lunes, 21 de julio de 2008

Ingrid Betancourt: "Es un milagro de la Virgen"

Rezo del Rosario jugó papel vital en rescate de secuestrados colombianos.
El rezo del Rosario, que desde hace años impulsan numerosas organizaciones católicas y que el Presidente Álvaro Uribe ha convertido en práctica característica de su Gobierno, es para cada vez más colombianos el secreto detrás del nuevo momento que atraviesa el país y el "arma secreta" que permitió el reciente rescate sin un solo tiro de 15 secuestrados en poder de las FARC.
Según Lidia Ríos, representante de la Legión de María en Medellín, son miles los colombianos que desde hace tres años rezan el Rosario por la liberación de los numerosos secuestrados que la guerrilla mantiene en cautiverio.
"Todos hemos rezado mucho al Señor y a la Santísima Virgen para que está liberación tuviera el éxito que tuvo, y no nos hemos quedado tranquilos sino que seguimos orando y seguiremos orando por esta intención", señaló Ríos a ACI Prensa a propósito de las declaraciones del mandatario, quien poco después del rescate de los rehenes, incluyendo a la política Ingrid Betancourt, aseguró que "el operativo tuvo la luz del Espíritu Santo, la protección de nuestro Señor y de la Virgen en todas sus expresiones".
Según Ríos, el éxito que Uribe está logrando contra la violencia en Colombia obedece "a esa devoción y esa entrega que tiene a Jesús y María" y si se ha salvado de enemigos y atentados es gracias a que "el Señor y la Virgen lo han librado y lo siguen acompañando, porque él constantemente los invoca y está trabajando de la mano de la Iglesia".
"Gracias a Dios estamos empezando a ver una luz en Colombia, y eso es lo que creen todos los secuestrados que han sido liberados", indicó Ríos.
En efecto, la propia Ingrid Betancourt que se confesaba católica no practicante antes de su secuestro, declaró a la prensa que su rescate es un milagro de la Virgen. "Estoy convencida de que esto es un milagro de la Virgen. Para mí, su mano en todo este suceso es algo muy claro", declaró luego de seis años en manos de las FARC.
Clara Rojas, su ex compañera de labor política que la acompañó en el secuestro y fue liberada hace unos meses, declaró a la prensa que "durante el secuestro, nos encomendamos mucho a ella, le rezamos mucho el rosario y hablamos de que, cuando saliéramos, le íbamos a dar las gracias".

Virgen del Carmen, Reina de Chile

¡Oh Virgen Santísima del Carmen!
Llenos de la más tierna confianza, como hijos que acuden al corazón de su madre, nosotros venimos a implorar una vez más los tesoros de misericordia que con tanta solicitud nos habéis siempre dispensado. Reconocemos humildemente que uno de los mayores beneficios que Dios ha concedido a nuestra Patria, ha sido señalaros a Vos por nuestra especial Abogada, Protectora y Reina.
Por eso a Vos clamamos en nuestros peligros y necesidades seguros de ser benignamente escuchados.
Vois sois la Madre de la Divina Gracia, conservad puras nuestras almas;
sois la Torre poderosa de David, defended el honor y la libertad de nuestra Nación;
sois el refugio de los pecadores, tronchad las cadenas de los esclavos del error y del vicio;
sois el consuelo de los afligidos, socorred a las viudas, a los huérfanos y desválidos;
sois el auxilio de los cristianos, conservad nuestra fe y proteged a nuestra Iglesia, en especial a sus Obispos, sacerdotes y religiosos.
Desde el trono de vuestra gloria atended a nuestras suplicas, ¡oh Madre del Carmelo!
Abrid vuestro manto y cubrid con él a ésta República.
Os pedimos el acierto de Chile, de cuya bandera Vois sois la estrella luminosa.
Os pedimos el acierto para los magistrados, legisladores y jueces; la paz y piedad para los matrimonios y familias; el santo temor de Dios para los maestros; la inocencia de los niños; y para la juventud, una cristiana educación.
Apartad de nuestras ciudades los terremotos, incendios y epidemias; alejad de nuestros mares las tormentas, y dad la abundancia a nuestros campos y montañas.
Sed Vos el escudo de nuestros guerreros, el faro de nuestros marinos y el amparo de los ausentes y viajeros.
Sed el remedio de los enfermos, la fortaleza de las almas atribuladas, la protectora especial de los moribundos y la redentora de las almas del Purgatorio.
¡Oídnos, pues, Reina y Madre Clementísima! y haced que viviendo unidos en la misma fe y la práctica de un mismo amor al Corazón Divino de Jesús, podamos ser trasladados de ésta patria terrenal a la patria inmortal del cielo, en que os alabaremos y bendeciremos por los siglos de los siglos. Amén.

La Eucaristía: centro de la vida cristiana

"Por la Eucaristía tenemos la Iglesia y por la Iglesia llegamos a Dios. Cada hombre se salvará no por sí mismo, no por sus propios méritos, sino por la sociedad en la que vive, por la Iglesia, fuente de todos sus bienes. Sin la Eucaristía, la Iglesia de la tierra estaría sin Cristo. La razón y los sentidos nada ven en la Eucaristía, sino pan y vino, pero la fe nos garantiza la infalible certeza de la revelación divina; las palabras de Jesús son claras: «Este es mi Cuerpo, esta es mi Sangre» y la Iglesia las entiende al pie de la letra y no como puros símbolos. Con toda nuestra mente, con todas nuestras fuerzas, los católicos creemos, que «el cuerpo, la sangre y la divinidad del Verbo Encarnado» están real y verdaderamente presentes en el altar en virtud de la omnipotencia de Dios.

El Cristo Eucarístico se identifica con el Cristo de la historia y el de la eternidad. No hay dos Cristos sino uno solo. Nosotros poseemos en la Hostia al Cristo del sermón de la montaña, al Cristo de la Magdalena, al que descansa junto al pozo de Jacob con la samaritana, al Cristo del Tabor y de Getsemaní, al Cristo resucitado de entre los muertos y sentado a la diestra del Padre. No es un Cristo el que posee la Iglesia de la tierra y otro el que contemplan los bienaventurados en el cielo: ¡una sola Iglesia, un solo Cristo!

Esta maravillosa presencia de Cristo en medio de nosotros, debería revolucionar nuestra vida. No tenemos nada que envidiar a los apóstoles y a los discípulos de Jesús que andaban con Él en Judea y en Galilea. Todavía está aquí con nosotros. En cada ciudad, en cada pueblo, en cada uno de nuestros templos; nos visita en nuestras casas, lo lleva el sacerdote sobre su pecho, lo recibimos cada vez que nos acercamos al sacramento del Altar."

(San Alberto Hurtado)

sábado, 19 de julio de 2008

Mujer que ama

"María es, en fin, una mujer que ama. ¿Cómo podría ser de otro modo? Como creyente, que en la fe piensa con el pensamiento de Dios y quiere con la voluntad de Dios, no puede ser más que una mujer que ama. Lo intuimos en sus gestos silenciosos que nos narran los relatos evangélicos de la infancia. Lo vemos en la delicadeza con la que en Caná se percata de la necesidad en la que se encuentran los esposos, y lo hace presente a Jesús. Lo vemos en la humildad con que acepta ser como olvidada en el período de la vida pública de Jesús, sabiendo que el Hijo tiene que fundar ahora una nueva familia y que la hora de la Madre llegará solamente en el momento de la cruz, que será la verdadera hora de Jesús.

En los Santos es evidente que, quien va hacia Dios, no se aleja de los hombres, sino que se hace realmente cercano a ellos. En nadie lo vemos mejor que en María. La palabra del Crucificado al discípulo —a Juan y, por medio de él, a todos los discípulos de Jesús: «Ahí tienes a tu madre» — se hace de nuevo verdadera en cada generación.

María se ha convertido efectivamente en Madre de todos los creyentes. A su bondad materna, así como a su pureza y belleza virginal, se dirigen los hombres de todos los tiempos y de todas las partes del mundo en sus necesidades y esperanzas, en sus alegrías y contratiempos, en su soledad y en su convivencia. Y siempre experimentan el don de su bondad; experimentan el amor inagotable que derrama desde lo más profundo de su corazón. Los testimonios de gratitud, que le manifiestan en todos los continentes y en todas las culturas, son el reconocimiento de aquel amor puro que no se busca a sí mismo, sino que sencillamente quiere el bien. La devoción de los fieles muestra al mismo tiempo la intuición infalible de cómo es posible este amor: se alcanza merced a la unión más íntima con Dios, en virtud de la cual se está embargado totalmente de Él, una condición que permite a quien ha bebido en el manantial del amor de Dios convertirse a sí mismo en un manantial «del que manarán torrentes de agua viva»."

(Papa Benedicto XVI, Carta encíclica "Deus Caritas Est")

jueves, 17 de julio de 2008

Oración al Espíritu Santo

“Espíritu Santo, eterno vínculo de amor que une al Padre con el Hijo:
mírame con amor compasivo y haz que te corresponda,
entregando todo mi ser en sacrificio silencioso,
que me llene de alegría, manifieste el amor de Dios
y me una cada vez más a Ti en unión con el Padre y el Hijo.
Te pido que mi amor crezca siempre,
tratando de amarte como Tú me amas.
Quítame el corazón de piedra, quítame el corazón endurecido;
derrite y enciende mi corazón de bronce,
quema y purifica mi carne inmortificada,
llena mi entendimiento de luces sobrenaturales,
dame un corazón nuevo, un corazón de carne, un corazón puro.
Tú que eres mi Bien Supremo y más íntimo a mí que yo mismo.
Tú, belleza ejemplar y sello de santidad,
sella mi corazón con tu imagen, sella mi corazón por tu misericordia.
Tú, Dios de mi corazón, Dios, mi herencia eterna:
haz que mi lengua sea pregonera del amor de Dios y de la gloria de Cristo."


(San Balduino de Canterbury)

martes, 15 de julio de 2008

María, estrella de la esperanza

"La Iglesia saluda a María, la Madre de Dios, como “estrella del mar”: Ave maris stella. La vida humana es un camino. ¿Hacia qué meta? ¿Cómo encontramos el rumbo? La vida es como un viaje por el mar de la historia, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje en el que escudriñamos los astros que nos indican la ruta. Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza. Jesucristo es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él necesitamos también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía. Y ¿quién mejor que María podría ser para nosotros estrella de esperanza, Ella que con su “sí” abrió la puerta de nuestro mundo a Dios mismo; Ella que se convirtió en el Arca viviente de la Alianza, en la que Dios se hizo carne, se hizo uno de nosotros, plantó su tienda entre nosotros? (...)

Santa María, Madre de Dios, Madre nuestra, enséñanos a creer, esperar y amar contigo. Estrella del mar, brilla sobre nosotros y guíanos en nuestro camino."

(Papa Benedicto XVI, Carta encíclica "Spe Salvi")

domingo, 13 de julio de 2008

La búsqueda de Dios

"La inmensa amargura del alma contemporánea, su pesimismo, su soledad... las neurosis y hasta la locura, tan frecuentes en nuestro siglo, ¿no son el fruto de un mundo que ha perdido a Dios? Ya bien lo decía San Agustín: «Nos creaste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti».

Felizmente, el alma humana no puede vivir sin Dios. Espontáneamente lo busca, aún en manifestaciones objetivamente desviadas. En el hambre y sed de justicia que devora muchos espíritus, en el deseo de grandeza, en el espíritu de fraternidad universal, está latente el deseo de Dios.

Hay grupos selectos de almas que buscan a Dios con toda su alma y cuya voluntad es el supremo anhelo de sus vidas. Y cuando lo han hallado, su vida descansa como en una roca inconmovible; su espíritu reposa en la paternidad divina, como el niño en los brazos de su madre. Cuando Dios ha sido hallado, el espíritu comprende que lo único grande que existe es Él. Frente a Dios, todo se desvanece: cuanto a Dios no interesa se hace indiferente. Las decisiones realmente importantes y definitivas son las que yacen en Él.

En el alma de este repatriado hay dolor y felicidad al mismo tiempo. Dios es a la vez su paz y su inquietud. En Él descansa, pero no puede permanecer un momento inmóvil. Tiene que descansar andando; tiene que guarecerse en la inquietud. Cada día se alza Dios ante él como un llamado, como un deber, como dicha próxima no alcanzada.

El que halla a Dios se siente buscado por Dios, como perseguido por Él, y en Él descansa, como en un vasto y tibio mar. Esta búsqueda de Dios sólo es posible en esta vida, y esta vida sólo toma sentido por esa misma búsqueda. Dios aparece siempre y en todas partes, y en ningún lado se le halla. Lo oímos en las crujientes olas, y sin embargo calla. En todas partes nos sale al encuentro y nunca podremos captarlo; pero un día cesará la búsqueda y será el definitivo encuentro. Cuando hemos hallado a Dios, todos los bienes de este mundo están hallados y poseídos.

Llegará un día en que veremos que Dios fue la canción que meció nuestras vidas. ¡Señor, haznos dignos de escuchar ese llamado y de seguirlo fielmente!"

(San Alberto Hurtado)

viernes, 11 de julio de 2008

El sufrimiento y la esperanza

El sufrimiento forma parte de la existencia humana. Conviene ciertamente hacer todo lo posible para disminuirlo; pero extirparlo del mundo por completo no está en nuestras manos. Precisamente cuando los hombres, intentando evitar toda dolencia, tratan de alejarse de todo lo que podría significar aflicción, cuando quieren ahorrarse la fatiga y el dolor de la verdad, del amor y del bien, caen en una vida vacía en la que quizás ya no existe el dolor, pero en la que la oscura sensación de la falta de sentido y de la soledad es mucho mayor aún. Lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con amor infinito.

En este contexto, quisiera citar algunas frases de una carta del mártir vietnamita Pablo Le-Bao-Thin en las que resalta esta transformación del sufrimiento mediante la fuerza de la esperanza que proviene de la fe. “Dios está siempre conmigo y me libra de las tribulaciones y las convierte en dulzura, porque es eterna su misericordia. En medio de estos tormentos, por la gracia de Dios estoy lleno de gozo y alegría, porque no estoy solo, sino que Cristo está conmigo. (…) Muestra, Señor, tu poder, sálvame y dame tu apoyo, para que la fuerza se manifieste en mi debilidad y sea glorificada ante los gentiles. (…) Tenéis que dar gracias incesantes a Dios, de quien procede todo bien; bendecid conmigo al Señor, porque es eterna su misericordia. (…) En medio de esta tempestad echo el ancla hasta el trono de Dios, esperanza viva de mi corazón...”

Cristo ha descendido al «infierno» y así está cerca de quien ha sido arrojado allí, transformando por medio de Él las tinieblas en luz. El sufrimiento y los tormentos son terribles y casi insoportables. Sin embargo, ha surgido la estrella de la esperanza, el ancla del corazón llega hasta el trono de Dios. No se desata el mal en el hombre, sino que vence la luz: el sufrimiento –sin dejar de ser sufrimiento– se convierte a pesar de todo en canto de alabanza.

(Carta Encíclica "Spe Salvi", Papa Benedicto XVI)

miércoles, 9 de julio de 2008

Te doy gracias, mujer

"Dar gracias al Señor por su designio sobre la vocación y la misión de la mujer en el mundo se convierte en un agradecimiento concreto y directo a las mujeres, a cada mujer, por lo que representan en la vida de la humanidad.

Te doy gracias, mujer-madre, que te conviertes en seno del ser humano con la alegría y los dolores de parto de una experiencia única, la cual te hace sonrisa de Dios para el niño que viene a la luz y te hace guía de sus primeros pasos, apoyo de su crecimiento, punto de referencia en el posterior camino de la vida.

Te doy gracias, mujer-esposa, que unes irrevocablemente tu destino al de un hombre, mediante una relación de recíproca entrega, al servicio de la comunión y de la vida.

Te doy gracias, mujer-hija y mujer-hermana, que aportas al núcleo familiar y también al conjunto de la vida social las riquezas de tu sensibilidad, intuición, generosidad y constancia.

Te doy gracias, mujer-trabajadora, que participas en todos los ámbitos de la vida social, económica, cultural, artística y política, mediante la indispensable aportación que das a la elaboración de una cultura capaz de conciliar razón y sentimiento, a una concepción de la vida siempre abierta al sentido del « misterio », a la edificación de estructuras económicas y políticas más ricas de humanidad.

Te doy gracias, mujer-consagrada, que a ejemplo de la más grande de las mujeres, la Madre de Cristo, Verbo encarnado, te abres con docilidad y fidelidad al amor de Dios, ayudando a la Iglesia y a toda la humanidad a vivir para Dios una respuesta « esponsal », que expresa maravillosamente la comunión que El quiere establecer con su criatura.

Te doy gracias, mujer, ¡por el hecho mismo de ser mujer! Con la intuición propia de tu femineidad enriqueces la comprensión del mundo y contribuyes a la plena verdad de las relaciones humanas."

(Carta de Juan Pablo II a las mujeres)

martes, 8 de julio de 2008

La Verdadera Esperanza

"No es la ciencia la que redime al hombre. El hombre es redimido por el amor. Eso es válido incluso en el ámbito puramente intramundano. Cuando uno experimenta un gran amor en su vida, se trata de un momento de «redención» que da un nuevo sentido a su existencia. Pero muy pronto se da cuenta también de que el amor que se le ha dado, por sí solo, no soluciona el problema de su vida. Es un amor frágil. Puede ser destruido por la muerte. El ser humano necesita un amor incondicionado. Necesita esa certeza que le hace decir: «Ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro». Si existe este amor absoluto con su certeza absoluta, entonces –sólo entonces– el hombre es «redimido», suceda lo que suceda en su caso particular.

Esto es lo que se ha de entender cuando decimos que Jesucristo nos ha «redimido». Por medio de Él estamos seguros de Dios, de un Dios que no es una lejana «causa primera» del mundo, porque su Hijo unigénito se ha hecho hombre y cada uno puede decir de Él: «Vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí».

A lo largo de su existencia, el hombre tiene muchas esperanzas, más grandes o más pequeñas, diferentes según los períodos de su vida. A veces puede parecer que una de estas esperanzas lo llena totalmente y que no necesita de ninguna otra. En la juventud puede ser la esperanza del amor grande y satisfactorio; la esperanza de cierta posición en la profesión, de uno u otro éxito
determinante para el resto de su vida. Sin embargo, cuando estas esperanzas se cumplen, se ve claramente que esto, en realidad, no lo era todo. Está claro que el hombre necesita una esperanza que vaya más allá. Es evidente que sólo puede contentarse con algo infinito, algo que será siempre más de lo que nunca podrá alcanzar.

La verdadera, la gran esperanza del hombre que resiste a pesar de todas las desilusiones, sólo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y que nos sigue amando «hasta el extremo»."

(Carta Encíclica "Spe Salvi", Benedicto XVI)

lunes, 7 de julio de 2008

Por tí, María

"Dios Te salve, María, Madre de Dios, tesoro venerado de todo el universo, luz que no se apaga. De ti nació el sol de la justicia, cetro de la verdad, templo indestructible. Dios te salve María, morada de Aquél que ningún lugar contiene, tú que hiciste crecer una espiga que no se marchitará nunca.

Por ti los pastores alabaron a Dios, por ti es bendecido, en el Evangelio, el que viene en nombre del Señor. Por ti la Trinidad es glorificada, por ti se adora la Cruz en el mundo entero. Por ti exultan los cielos, por ti la humanidad caída fue reedificada.

Por ti el mundo entero finalmente conoció la Verdad. Por ti se fundaron iglesias en toda la tierra. Por ti el Hijo único de Dios hizo resplandecer su luz sobre los que permanecían en la oscuridad, bajo la sombra de la muerte. Por ti los apóstoles pudieron anunciar la salvación a las naciones. ¿Cómo cantar dignamente tu alabanza, ¡oh Madre de Dios!, por quien la tierra entera se estremece de júbilo?"

(San Cirilo de Alejandría)

sábado, 5 de julio de 2008

Madre de Misericordia

Misericordia es una palabra compuesta. Viene de miser: miserable y cordia: corazón. Así pues, significa amor a los miserables. María es Madre de Misericordia porque tiene amor a los miserables, y mientras más miserables seamos, más debemos tener esperanza en la misericordia de Ella. Tanto es así su amor, que San Luis María decía que si juntáramos el amor de todas las madres; desde Eva, la primera que hubo, hasta la última que habrá, por un solo hijo, no daría ni la sombra del amor que tiene la Santísima Virgen por cada uno de nosotros. Ella Misma en Fátima decía a los pastorcitos: “¡Si supierais cuánto os amo, lloraríais de gozo!”

“Pero ¿cómo puedes, oh María –le pregunta san Bernardo-, negarte a socorrer a los miserables cuando eres la reina de la misericordia? ¿Y quiénes son los súbditos de la misericordia sino los miserables? Tú eres la reina de la misericordia, y yo, el más miserable pecador, soy el primero de tus vasallos. Por tanto reina sobre nosotros, oh Reina de la Misericordia”.

jueves, 3 de julio de 2008

La Lógica del Amor

“Nuestra tarea consiste en animar a cristianos y no cristianos a realizar obras de amor. Y cada obra de amor, hecha de todo corazón, acerca a las personas a Dios."

"La paz y la guerra empiezan en el hogar. Si de verdad queremos que haya paz en el mundo, empecemos por amarnos unos a otros en el seno de nuestras propias familias. Si queremos sembrar alegría en derredor nuestro precisamos que toda familia viva feliz."

"Cuanto menos poseemos, más podemos dar. Parece imposible, pero no lo es. Esa es la lógica del amor.”

(Madre Teresa de Calcuta)

martes, 1 de julio de 2008

Fundado en la Esperanza

"¡Qué grandes misterios de confianza y amor son para nosotros la pasión de Jesucristo y el Santísimo Sacramento del Altar!, misterios que fueran increíbles si la fe no nos certificara de ellos. ¡Un Dios omnipotente querer hacerse hombre, derramar toda su sangre y morir de dolor sobre un patíbulo!, y ¿para qué? ¡Para pagar por nuestros pecados y salvar así a los rebeldes gusanillos! Y ¡querer dar después a tales gusanillos su mismo cuerpo, sacrificado en la cruz, y dárselo en alimento para unirse estrechamente a ellos!

¡Oh Dios, tales misterios debieran inflamar en amor todos los corazones de los hombres! ¿Qué pecador, por perdido que se crea, podrá desesperar del perdón si se arrepiente del mal hecho, viendo a un Dios tan enamorado de los hombres e inclinado a dispensarles toda suerte de bienes?

Esto inspiraba tanta confianza a San Buenaventura, que prorrumpía en estas palabras: '¿Cómo podrá negarme las gracias necesarias a la salvación Aquel que tanto hizo y sufrió por salvarme?... Iré a Él fundado en toda esperanza, pues no me negará nada quien por mí quiso morir'"

(San Alfonso María de Ligorio, "Práctica del amor a Jesucristo")