jueves, 19 de marzo de 2009

"Y tomé por abogado y señor al glorioso san José y me encomendé mucho a él. No me acuerdo hasta hoy de haberle suplicado nada que no me lo haya concedido.
Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo, y de los peligros de que me ha librado, así de cuerpo como de alma; que a otros santos parece que les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad; pero a este glorioso santo tengo experiencia de que socorre en todas, y quiere el Señor darnos a entender, que así como le estuvo sometido en la tierra, pues como tenía nombre de padre, siendo custodio, le podía mandar, así en el cielo hace cuanto le pide.
Y esto lo han comprobado algunas personas, a quienes yo decía que se encomendasen a él, también por experiencia; y aun hay muchas que han comenzado a tenerle devoción, habiendo experimentado esta verdad.
No he conocido a nadie que le tenga verdadera devoción, que no lo vea más aprovechado en la virtud; pues ayuda mucho a las almas que a él se encomiendan.
Creo que ya hace algunos años que el día de su fiesta le pido una cosa y siempre la veo cumplida; si la petición va algo torcida, él la endereza para más bien mío.
Quien no hallare maestro que le enseñe a orar, tome a este glorioso Santo por maestro y no errará el camino.
Una vez estaba en un apuro del que no sabía cómo salir, pues no tenía dinero para pagar a unos albañiles, y se me apareció san José, mi verdadero padre y señor, y me dijo que no faltaría dinero y que los contratara; y así lo hice, sin un céntimo. Y el Señor de modo maravilloso que asombraba a los que lo oían, me proveyó.
Mas ¡ay, hijas!, encomiéndenme a Dios y sean devotas de san José, que puede mucho.
Aunque tenga muchos santos por abogados, tengan particularmente a san José, que alcanza mucho de Dios."

Santa Teresa de Jesús
Doctora de la Iglesia

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