miércoles, 10 de diciembre de 2008

"Si la convicción sobre la concepción inmaculada de María existía ya muchos siglos antes de la aparición de Lourdes, ésta añadió un sello celeste después de que mi antecesor, el beato Pío IX, definió el dogma el 8 de Diciembre de 1854.

En María reconocemos la "sonrisa de Dios", el reflejo inmaculado de la luz divina; en Ella encontramos la nueva esperanza, incluso en medio de los problemas y los dramas del mundo. A la Madre se le ofrecen las alegrías, pero también las preocupaciones, convencidos de encontrar en ella el consuelo para no abatirse y salir adelante.

¡Enséñanos María a ser solidarios con los que atraviesan dificultades, a colmar las desigualdades sociales, cada vez más grandes! Tu belleza nos asegura que es posible la victoria del amor; todavía más: es cierta. Nos garantiza que la gracia es más fuerte que el pecado y por lo tanto es posible el rescate de cualquier esclavitud. ¡Oh María!, tu nos ayudas a creer con más confianza en el bien, a apostar por la gratuidad, por el servicio, por la no violencia, por la fuerza de la verdad. Nos alientas a permanecer despiertos, a no ceder a la tentación de evasiones fáciles, a hacer frente a la realidad con valor y responsabilidad.

Sé una madre amorosa para nuestros jóvenes, para que tengan el valor de ser centinelas del mañana y otorga esta virtud a todos los cristianos, para que sean alma del mundo en esta época no fácil de la historia."

(SS. Benedicto XVI)

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